Con frecuencia se señala a los alumnos como los responsables de la indisciplina en el aula. Sin embargo, ¿en qué medida las exigencias y las restricciones que plantea el profesor fomentan que no se cumplan las normas?, ¿qué papel desempeñan los prejuicios del educador frente al grupo de estudiantes? A partir de un enfoque opuesto al tradicional, la autora invita a los docentes a reflexionar sobre la responsabilidad que tienen en la promoción –no intencionada– de actitudes rebeldes en los estudiantes. Si bien es cierto que el desafío a las normas escolares puede ser una respuesta a un entorno hostil (como problemas familiares, carencias económicas, grupos saturados, falta de material didáctico, etc.), el profesor podrá contribuir a conservar la armonía si tiene conciencia del valor de la disciplina, la tolerancia y la autodisciplina.