Hay libros que golpean las entrañas porque narran experiencias y vivencias que inevitablemente provocan dolor y desgarro, incluso con la distancia y el bálsamo que introduce el tiempo transcurrido. El autor ha tenido el acierto de unir las biografías de cinco mujeres que se constituyen aquí en la memoria reprimida y olvidada de un pueblo, mujeres que rompieron el silencio y, resguardadas en la trinchera de la distancia espacial y temporal, vuelcan los recuerdos de un pasado rastrero que les tocó vivir, levantando el llanto prohibido que se produjo a raíz del cruel golpe de Estado de 1936. Es una exquisita antología de testimonios de cómo se vivía en el medio rural bajo la II República, desde la ilusoria mirada infantil y adolescente de varias de sus protagonistas; de cómo el inesperado alzamiento militar y la represión que conllevó destrozaron vidas, truncaron sueños, deshumanizaron a la gente y la sometieron a miserias y a horrores. Afortunadamente, también es un canto a la esperanza, a la solidaridad, a la generosidad, a la compasión y a la cooperación que ayudaron a superar las consecuencias de tan luctuoso drama. Asimismo, este libro pone rostros y vivencias a la Juía, a la Desbandá, a la Retirada, al exilio francés y al norteafricano, a los campos de refugiados y a la reconstrucción de las vidas de quienes, como si de un prodigio se tratara, se sobrepusieron a demasiadas adversidades y salieron adelante fortalecidas, precisamente por tanto duelo e indigencia. Si el conocimiento de la vida de cada una de las protagonistas ofrece un enorme interés, mientras se gestaba su publicación en la editorial Mascarón de Proa tuvo lugar una serie de acontecimientos que fueron noticias destacadas centrada en la figura de Pasionaria León Díaz, la única de estas memorialistas que mantenía la vida a sus noventa y seis años, potenciándose así la relevancia y actualidad de esta obra. La encomió la reseña que le hizo la periodista Nieves Concostrina en su programa de la Cadena Ser, Amanece que no es poco, contagiando a la audiencia de la profunda emoción que le embargó la transmisión de las difíciles vicisitudes que jalonan la biografía de esta resistente. La mantuvo en el foco de atención la ulterior decisión de la mayoría de los ediles en el Ayuntamiento de Marbella, municipio donde residía, de negarle un justo reconocimiento público y que cinco días después le sobreviniera la muerte.