Casi un millón de personas fueron ejecutadas en Ruanda en 1994. Lejos de ser un estallido de violencia espontánea, los crímenes fueron planeados y anunciados por radio. El estado repartió machetes, granadas y fusiles en la calle, a plena luz del dia. Y las milicias las usaron con la misma impunidad. Una mision de paz de Naciones Unidas estaba hi, viendo como ocurria todo. Y no pudo hacer nada.En Un pueblo traicionado, Linda Melvern investiga paso a paso cada escalon hacia el infierno. Melvern rastrea todas las demandas de apoyo de la Mision en Ruanda a la sede de la ONU, el laberinto burocratico en que se perdieron, la confusion entre los objetivos de la ONU con los de cada uno de sus paises miembros. Y, por supuesto, el desinteres de la prensa occidental conforme los cadaveres se acumulaban en la calle.La ONU no solo estuvo ciega ante los hechos: se convirtio en complice. El gobierno ruandes utilizo al Consejo de Seguridad como parte de su fachada, para lavarse la cara ante el mundo, contando con que el mandato de la mision de paz, en la pracitca, le impedia cualquier intervencion concreta. A la vez, el dinero de la Cooperacion Internacional se usaba para comprar las armas de los criminales. Esta es la historia de un puñado de asesinos que conto con el apoyo de las mas poderosas democracias occidentales. Una historia sangrienta y absurda sobre como la vida puede valer menos que el papel de una oficina.