Las tres obras de Adelardo Méndez Moya incluidas en este volumen son totalmente distintas entre sí, muestra de que el autor se mueve en varias formas de hacer teatro. Como no haya sido la calor... tiene una clara influencia de Valle Inclan, no solo en la ambientacion, personajes y lenguaje, sino ademas en las largas acotaciones bellamente literarias. El texto lo podriamos considerar una mezcla de sainete y tragedia rural, ya que es en el campo el bosque donde tiene lugar el meollo de la trama argumental, aunque el resto de las escenas, constituidas por lo que podriamos llamar el coro, nos sirven para irnos contando interpretando todo lo que sucede, incluso ese algo magico y de misterio fundamental en la trama, a lo que ellos no son capaces de llegar. El dueño de la mirada (El de enfrente) es una obra que podria escenificarse en un cabaret sin descartar por eso el recinto teatral, como es natural. El notable erotismo que contiene lo estimula un voyeur que, desde el piso fronterizo observa las evoluciones sexuales de la pareja protagonista. Ella sabe de la presencia del miron de enfrente, pero ¿hay mas? Perros de la ciudad es un peregrinaje en ocho cuadros a traves de una ciudad que puede ser cualquiera de dos mendigos, Joe y Roberto. El periplo servira como aprendizaje del subvivir urbano, aferrandose a lo que se encuentra (que otros han tirado a la basura) en la tarea de alcanzar un dia mas de existencia.