Raúl Mercado murió el mismo día en que decidió estrenar la camisa que reservaba para su funeral. No fue el único detalle que parecía planeado. Sesenta años antes, en una parcela familiar próxima a Suri, plantó un nogal para que un carpintero construyera el ataúd en el que quería ser enterrado. El 9 de agosto de 2002, en las inmediaciones de la terminal de autobuses de Yacuiba, aparecieron dos bolsas negras con los restos descuartizados de una niña que nunca logró ser identificada. Por los extraños derroteros de la superstición, a aquellos restos se les atribuyeron poderes milagrosos hasta convertirse en objeto de veneración para contrabandistas y traficantes. Son dos ejemplos de las historias contenidas en este libro sobre la muerte en Bolivia.
El homo sapiens es el único animal obsesionado con los objetos. Algunos acumulan zapatillas fosforescentes, otros llenan su casa con ositos de peluche y otros van por el mundo cargando las tacitas que dejo la abuela. Acumular objetos es pasatiempo, terapia contra el estres, una manera divertida de ser contemporaneo. Pero los objetos son mucho mas que objetos. Te acompañan cuando estas solo. Conservan recuerdos de los que extrañas. Son los instrumentos que todos usamos para ganarnos el sueldo. El cronista Alex Ayala Ugarte se interna en el maravilloso mundo de los objetos motivado por una inquietud propia de una aventura fantastica.
Álex Ayala escribe acerca de unos jubilados que cumplen heroicamente su última misión en la vida: vigilar una estatua de John Lennon para que nadie robe sus características gafas. Y también lo hace sobre los habitantes de un pueblo de Bolivia que comercian con sus recuerdos sobre las últimas horas de vida del Che Guevara. En otro capítulo se habla del sastre Sillerico, quien ha gozado del dudoso honor de ver en paños menores a la mayoría de los presidentes de su país: a los de izquierda y a los de derecha, a los populistas y a los dictadores, a los gordos y a los espigados, a los brutos y a los letrados. Y así hasta completar un total de 13 historias repletas de empatía hacia sus minúsculos protagonistas.