En el más amplio y cabal de los sentidos éste es un texto anárquico. Al mostrar la unidad de un deseo lo contrapone al deseo de una falsa unidad, desechando la impostura de un saber compacto. Transitando por esa frágil e ineludible "unariedad" va construyendo un espacio donde se despliega su creatividad en el comentario de los temas más heterogéneos. Podríamos decir con Lyotard que la verdadera unidad de este escrito "es el deseo que procede de la pérdida de unidad y no la complacencia en el sistema constituido".
Al placer se lo suele asociar a un hedonismo tranquilo que lejos de incomodar resulta un bien para la política de mercado. Del poder se dice que corrompe, mientras se supone al erotismo asociado a la oferta cotidiana de publicaciones, del cine o de la television. El autor de este libro entiende imperioso revisar y desarrollar estas nociones devaluadas tomando como punto de partida algunos grandes pensadores como Freud, Nietzsche y Bataille.