Sólo veo una cortina de humo que me impide distinguir las caras de los demás, rasgada en un punto por los ojos de Beatriz. Ojos oscuros como pozos, abiertos como los de un ciervo asustado. Miraba de frente, a los ojos, provocadora e ingenua. Destilando con su mirada una fuerza que hipnotizaba. Laura, movida por la ilusion de un cambio profundo. Abandona la monotonia de su vida entre el asfalto de una gran ciudad y se traslada a un pequeño pueblo. Tomando posesion de su nuevo destino como profesora de lengua de instituto. Sin embargo, no sera el cambio de trabajo no de entorno lo que obligue a Laura a replantearse todos sus esquemas interiores, sino Beatriz, cuyos ojos de ciervo para despertarlo de su letargo, al mismo tiempo que sus labios humedos y su suaves brazos hacen recordar sensaciones ya casi olvidadas.