In ventiquattro fulminei ritratti biografici (da Gorkij a Chatwin, passando per gli avventurosi, London, Céline, Bukowski, o gli ombrosi, Svevo, Kafka, Gadda) tutto quello che molti scrittori hanno fatto per vivere; i loro mestieri prima di diventare famosi. Vite movimentate come e piu dei romanzi, o piatte esistenze da impiegati delle poste e contabili; nonostante ogni genere di traversia, il mestiere piu duro, a detta loro, restava lo scrivere. Ma questo libro non e un'indagine psicologica o uno studio di sociologia della letteratura. È un itinerario capriccioso e divertente nel quotidiano degli scrittori da giovani, pieno di informazioni e aneddoti, i quali il gusto e la cultura di Daria Galateria trasforma in deliziosi racconti e pezzi di analisi letteraria.
Trabajos forzados es una apasionante y amena guía de supervivencia que recorre los modos con que los astros más brillantes del universo literario han ido capeando el temporal del hambre.
Ya sea porqu
Atraco a mano armada, difamación, asesinato, conspiración, sustracción de obras de arte, composición de poemas elegiacos a la muerte de Hitler. De Verlaine a Burroughs, de Norman Mailer a Hans Fallada, de Giacomo Casanova a Curzio Malaparte, muchos han sido los literatos que, a lo largo de la historia, han purgado sus ofensas y delitos en la carcel. Y han sobrevivido para contarlo. Chester Himes o Jean Genet se pasaron buena parte de su vida en el fondo de un calabozo infecto. Otros, como el Marques de Sade o Heinrich von Kleist, iniciaron sus carreras literarias tras los barrotes de una prision. Incluso se han dado casos, como los de Louise Michel o Goliarda Sapienza, de escritoras que experimentaron una ironica sensacion de emancipacion y libertad tras entrar en presidio. De un modo u otro, la carcel ha marcado la obra de aquellos que pasaron por ella, porque la imaginacion crece cuando es prisionera, y, sobre todo, crece el deseoDaria Galateria nos invita a un erudito y divertido peregrinaje de celda en celda: desde las oscuras y humedas estancias donde sufrieron y amaron Voltaire y Diderot, hasta los calabozos que acogieron a William Burroughs o Ezra Pound.