Jeffrey Burton Russell

¿Pensaban los contemporáneos de Colón que la Tierra era plana? ¿Fue el descubrimiento de América lo que demostró que era redonda? A pesar de lo que piensa la mayoría de las personas, ni Cristóbal Colon ni sus contemporaneos creyeron tal cosa; y este libro un exito de ventas que cambio la historiografia norteamericana sobre el Descubrimiento e inedito hasta ahora en España lo demuestra con abundantes pruebas.Sin embargo, el mito que rodea a Colon persiste todavia hoy, firmemente asentado, con la ayuda de medios de comunicacion, libros escolares y algunos historiadores notables. Pero, ¿quien creo el mito y por que? ¿A quien beneficia que este error persista? ¿Preferimos mantenernos en un error comodo y familiar antes que realizar el esfuerzo para descubrir la verdad?El mito de la Tierra Plana parte con una exposicion sobre el conocimiento geografico durante la Edad Media examinando lo que Colon y sus contemporaneos realmente creian, para, mas adelante, centrar su analisis en como el error de la Tierra plana fue primero propagado entre 1820 y 1830 y luego, con el paso del tiempo, convertido en una bola de nieve de proporciones escandalosas.

La obsesión por la brujería que asoló Europa durante los siglos XVI y XVII costó la vida a más de cien mil personas y aún hoy conserva intacta la inquietante imagen de ciertos hechiceros y brujas famosos por sus magicos poderes. Sin embargo, y a pesar de la importancia de este extraño episodio de la historia humana, se trata de un tema que hasta el momento ha sido objeto de muy pocos estudios y comentarios, sobre todo teniendo en cuenta sus innumerables ramificaciones historicas, antropologicas y religiosas, entre otras muchas. Pues bien, en este libro lucido y provocador, el profesor Russell proporciona el mejor resumen realizado hasta la fecha respecto a tan compleja materia. A partir de fructiferas comparaciones entre la brujeria moderna y la antigua, la obra ilustra el modo en que esta ultima desarrollo una especialisima combinacion de hechiceria, herejias cristianas medievales (los cataros, por ejemplo), paganismo, folclore e incluso teologia escolastica: una mezcla explosiva que ha intrigado y confundido a todos los investigadores que se han acercado a ella desde entonces. Si existieron o no esas practicas diabolicas que llevaron a la hoguera a tantos hombres y mujeres es algo que, tras la lectura de este libro, podra aun ser objeto de todo tipo de especulaciones. Lo que si quedara claro, sin embargo, es el hecho de que fueron muchas las personas que creyeron en todo esto, y entre ellos no solo ignorantes campesinos, sino tambien eruditos e intelectuales. Lo cual, claro esta, no significa nada en si mismo, pero en cualquier caso resulta muy util como inicio de cualquier acercamiento a un tema tan controvertido como este.

Puede que el diablo exista, y puede que no; pero sí existen, de modo estudiable con todo rigor analítico, concepciones personificadas del mal. El autor, medievalista eminente, "no podía entender el diablo medieval mas que en terminos de sus antecedentes historicos"; y, trascendiendo la tradicional "historia de las ideas", aplica brillantemente el metodo de la historia de los conceptos a exponer como se forman y evolucionan la nocion y la percepcion humanas del diablo entendido como personificacion de la esencia y principio del mal.

Bajo un barniz de immovilismo, la Edad Media hierve de vitalidad y de ideas en torno a las cuales se articulan desde grandes corrientes de pensamiento dentro del orden instituido hasta herejías que cohesionan a colectividades disidentes. La teologia, la alquimia, la brujeria, las escabrosidades del teatro popular y la recreacion dantesca del mundo, lo ascetico y lo obsceno, se combinan en la vigorosa y diversa realidad medieval, expuesta por Jeffrey B. Russell desde el angulo de la concepcion de lo diabolico. El orden divino, reflejado en la estratificacion feudal, es subvertido por las fuerzas de un Mal que se percibe en las guerras, las pestes, las hambres, y en el miedo y la seduccion ante las tentaciones, bajo la sombra de la condenacion.