Dice Krishnamurti: "Lo que el ser humano es totalmente, tanto en los niveles superficiales como en los más profundos de su conciencia, produce una sociedad con su estructura correspondiente". Si la sociedad en que vive es violenta, es porque el ser humano tiene esa violencia adentro de él. Por ello, si desea cambiarla, antes de intentar hacerlo directamente debe cambiar él en su interior, lograr una revolución psicológica a nivel individual. Las doce pláticas que conforman este libro, que Krishnamurti sostuvo en universidades, abarcan temas diversos, como pensamiento y temor, placer y dolor; violencia y libertad; muerte, vida, amor. Ellos son el medio para examinar los valores humanos, que adquieren de esta manera una nueva luz. Krishnamurti invita a hacer una reflexión comprometida, buscando una comprensión libre, sin prejuicios, dogmas ni expectativas -y no un entendimiento meramente intelectual.
Krishnamurti compara el condicionamiento de la mente humana con la programación de una computadora. Es esta programación del cerebro, como resultado del medio familiar y social y de la educación, lo que hace que una persona se identifique con una religión particular o que se torne en ateo, o adopte una de las divisiones del partidarismo político. Cada cual piensa de acuerdo con su particular programación que los domina, cada cual está atrapado en su propia y particular "madeja" del pensamiento. El "yo", el ego, la personalidad, no es más que la manifestación personal de una programada madeja del pensar. El pensar es un proceso material, el funcionamiento del cerebro, no es en sí mismo inteligente. Krishnamurti señala que la libertad significa llegar a ser libre de la "programación" que se ha impuesto al propio cerebro. Esto implica la pura observación de la naturaleza del propio pensar; quiere decir observar sin el pensamiento, una paradoja que se resuelve por el hecho de que cuando hay "pura observación" no hay pensamiento que observa. "La observación es una acción en sí misma", es inteligencia, la cual nos libera de toda ilusión y temor.
Entre los buceadores lúdicos y profundos de la verdad, Krishnamurti se distingue por sus dotes excepcionales. Esta obra toma al lector como selecto destinatario de observciones rigurosas tendentes a enseñar a vivir, pensar y comportarse mejor.
«Actualmente llamamos educación a la mera acumulación de datos y conocimientos extraídos de los libros, lo cual está al alcance de cualquiera que sepa leer. Una educación de este tipo es una sutil evasión de la realidad de lo que somos, y, como toda huida, inevitablemente acrecienta nuestra desdicha.» Tal como está organizada actualmente la sociedad, enviamos a nuestros hijos a la escuela para que aprendan alguna técnica con la que algún día puedan ganarse la vida. Queremos hacer de nuestros hijos, ante todo, especialistas, con la esperanza de que eso les reportará una buena posición económica. Pero ¿acaso la destreza técnica nos capacita para conocernos a nosotros mismos? Si bien es a todas luces necesario saber leer, escribir y aprender ingeniería o cualquier otra profesión, ¿nos dará la destreza técnica capacidad para comprender la vida?
Pocos de los considerados grandes maestros de la humanidad han puesto tanto énfasis en la educación como Krishnamurti, quien creó más de diez escuelas por todo el mundo y abordó el problema de la educación como un tema recurrente y fundamental en su obra. Recordemos sus palabras: «La crisis mundial es el resultado directo de una educación errónea». Con ellas señala tanto a la responsabilidad de los diferentes sistemas docentes y de los profesores como también a la labor esencial de padres y madres. Este libro, que consta de veintiséis diálogos de Krishnamurti con padres y profesores de la escuela de Rajghat (India), en 1958, conforma la más amplia serie de diálogos sobre educación de todo el repertorio de Krishnamurti. En ellos explora una visión única de lo que él llama «la verdadera educación» y profundiza en asuntos prácticos del día a día, como la relación educador-educando, el nexo entre inteligencia y educación, la urgencia de estimular con preguntas fundamentales, la autoridad, la alimentación, el juego Aunque hayan pasado más de cincuenta años, estos diálogos siguen siendo vitalmente relevantes hoy en día: en cada frase, en cada palabra, se investiga la situación actual y se nos reta a descubrir otra forma de educar que pudiera orientarnos hacia otra forma de vivir, sin miedo, sin coacción, sin conflicto.