José Luis Pérez Álvarez (Salamanca, 1934) es licenciado en filosofía y teología y doctor en música sacra. Asimismo es el fundador de las comunidades Adsis, movimiento reconocido por la Santa Sede como asociación de derecho pontificio con personalidad jurídica. En PPC ha publicado"Revive el don recibido"(2004) y"Una historia de amor"(2006).
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El cincuentenario del Concilio Vaticano II, el Año de la fe y el testimonio y servicio del Papa Francisco nos estimulan a un mayor y más profundo compromiso evangelizador.El Evangelio, como propuesta de vida y acontecer amoroso de Dios en Jesus, es la gran oferta que la Iglesia hace al mundo.La evangelizacion es signo ineludible de la fe que se manifiesta con gozo y humildad a traves del testimonio de fraternidad y de solidaridad de las comunidades cristianas.Desde las diversas formas de vida, carismas y compromisos, las comunidades son el sujeto prioritario de la vivencia y de la transmision de la fe.Descubrimos como Jesus fue configurando la vida y el corazon de sus discipulos con las opciones y vivencias del Evangelio del Reino hasta llegar a ser testigos de su vida, muerte y resurreccion.Por la accion del Espiritu Santo, la Iglesia se va constituyendo en la fidelidad a la fe de los Apostoles. Asi el Evangelio se vive y se transmite en las comunidades apostolicas con el testimonio de la Palabra, los signos de la misericordia y el martirio.Actualmente las comunidades se han sentido estimuladas por los signos de los tiempos y el Concilio Vaticano II.Evangelio y Comunidad son dos realidades que se identifican y proyectan simultaneamente. La vivencia y la transmision del Evangelio impulsan a las comunidades a crecer y permanecer como comunidades itinerantes, profeticas, entrañables, samaritanas y evangelizadoras.Jose Luis Perez Alvarez (Salamanca, 1934) es licenciado en Filosofia y en Teologia Dogmatica, Doctor en Musica Clasica, Profesor de Pastoral, especialmente en vida comunitaria y pastoral de juventud. Asi mismo es el Fundador de las Comunidades Adsis, Movimiento internacional reconocido por la Santa Sede como Asociacion de derecho pontificio con personal juridica. Ha publicado numerosos articulos y libros de pastoral como Una historia de amor, Gracia y gloria, Apasionados por el Reino.
Para una comprensión del amor como estado de vidaNada tan importante para los seguidores de Jesús como profundizar y vivir el mandamiento nuevo y decisivo del amor cristiano. Amor nuevo porque tiene como parametro el amor que Dios nos manifiesta en Jesus. Amor decisivo porque de su vivencia y testimonio depende la identidad y la significatividad de los discipulos en el mundo.Sentimos la necesidad de profundizar, con admiracion y gozo, en el amor que Dios nos ha demostrado a lo largo de la historia de la salvacion, y en especial en Jesucristo, su Hijo amado.Una historia de amor es una narracion del amor misericordioso y salvifico que el Padre nos ha demostrado. Un amor manifestado en multiples dimensiones, acontecimientos y situaciones. Discernir, contemplar y asumir este amor nos lleva a configurar el corazon y a vivir en una esperanza nueva.El mandamiento nuevo del amor cristiano invade todas las dimensiones de la vida. Pero encuentra en los estados de vida -matrimonio y celibato- su compromiso especifico como sacramento y como profecia respectivamente. Por ello hemos aplicado la historia de amor a los dos estados de vida en los que el amor se consolida y significa en la peculiaridad de cada uno de ellos.
Meditaciones y ejercicios para sacerdotesEstas meditaciones y ejercicios pretenden ofrecer las vivencias más profundas de la experiencia cristiana y ministerial compartidas por el autor con tantos hermanos presbiteros en la Iglesia. La permanente renovacion del corazon en los jovenes presbiteros es preocupacion y tarea fundamental para el crecimiento de las comunidades cristianas desde el seguimiento a Jesus y desde el servicio a la comunion y la mision eclesiales en el Espiritu. Es solicitud prioritaria de los obispos y presbiterios en todas las Iglesias locales.Hay una necesidad de avivar el fuego de Dios recibido en la imposicion de las manos (cf. 2 Tim 1,6), para poder vivir y servir en fidelidad y en dignidad a los hermanos, "no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sordida ganancia, sino con generosidad; no como despotas sobre la heredad de Dios, sino convirtiendonos en modelos de los hermanos" (1 Pe 5,2-4).