En Lo que yo viví. Memorias políticas y reflexiones, José Manuel Otero Novas, Mano derecha de Suárez, dos veces ministro de su Gobierno y diputado de las primeras Cortes democráticas, pone a disposicion del lector los grandes momentos y tambien algunas tramas menos conocidas de nuestra historia reciente. Bajo su mirada atenta y precisa asistimos a los primeros intentos de democratizacion de Fraga, a la legalizacion del PCE, a las primeras elecciones generales, al proceso constitucional, o al golpe del 23-F que vivio en directo en el Congreso de los Diputados. Junto a ello, el autor dibuja una serie de retratos certeros y de primera mano no solo de Adolfo Suarez sino de un buen numero de los politicos que redactaron y pusieron en marcha nuestra Constitucion. Un relato contado en primera persona por alguien que fue testigo privilegiado y protagonista de la Transicion y de los primeros pasos de nuestra democracia. Su prosa directa y rigurosa nos da la sensacion de estar ahi, junto a el, en medio de la Historia.
Si la respuesta a las actuales exigencias de la periferia vuelve a ser, como viene ocurriendo en las últimas décadas, la cesión de parte de lo que piden, ganaremos una relativa tranquilidad por un corto espacio de tiempo. Pero pronto llegará la siguiente demanda, con un Estado aún más débil y Comunidades con superior potencia.
¿Progresa necesariamente la Humanidad? Conocida la Historia y analizando el presente es inevitable intentar hacer un pronóstico del futuro próximo que nos aguarda. Cuando concluyó la II Guerra Mundial, la cultura occidental se desarrollo en una etapa en la que predomino lo racional y apolineo. De ahi la fe inquebrantable en el progreso que caracteriza hoy a nuestra civilizacion. Sin embargo, este libro muestra serios indicios de que a comienzos de nuestro nuevo milenio esta etapa puede llegar a su fin e introducirnos, de nuevo, en un periodo cultural dionisiaco en el que lo carismatico y lo pasional volveran a predominar moldeando una sociedad en la que el cesarismo sera un fenomeno emergente y decisivo. ¿Que caracterizara a esta nueva fase de nuestra cultura? Y si, en efecto, este nuevo periodo historico se esta gestando ya ¿que elementos podemos aprovechar del pasado para evitar la barbarie de la primera mitad del siglo XX? El autor reflexiona y busca respuestas en este libro a estas cuestiones que nuestra sociedad no podra ignorar en los proximos años.
Bajo capa de modernidad y equilibrio se viven hoy nuevos extremismos, que no pocas veces llevan al Fundamentalismo, es decir, a la imposición coactiva para los demás de aquellas cosas que a nosotros nos parecen la Verdad, fenómeno que ni está superado ni es sólo religioso. Podemos comprenderlo y acaso disculparlo, pero igual que lo intentó Felipe II en Inglaterra, hoy lo practican la OTAN y los USA, más aquellos Tribunales que quieren entrar a reparar la injusticias que se comenten en países ajenos.
Aunque se mantienen las apariencias, el Estado español es ya sumamente débil, en poderes y en voluntad de sobrevivir. Y aun se le quiere más inoperante. Ello será un gran perjuicio para todos los ciudadanos, que están perdiendo su gran palanca de fuerza y progreso, pero es también un grave riesgo, porque la historia enseña que las naciones se crean con sangre y se desintegran con sangre. El autor, que se confiesa corresponsable del diseño del Estado de las Autonomías, además de estudiar la nación española desde sus orígenes bajo Roma, los modos de reintegración tras las diversas crisis, los esfuerzos de todas las regiones por hacer la España unida, los nacimientos y contenidos reales de los nacionalismos interiores, explica cómo la Constitución ha sido subrepticia y continuadamente violentada por querer jugar a todo, a la igualdad y a la diferenciación. Lo cierto es que, pese al esquema federal realmente contenido en nuestra Constitución, hace una década que estamos recorriendo la senda confederal, que supone negar la nación española, concibiendo al Estado como mero instrumento al servicio de las Comunidades Autónomas, lo cual es mucho más crítico cuando, las pocas funciones que aún mantiene el Estado, ya no son nuestras sino de la UE. Se estudia la moralidad o inmoralidad de las políticas que piden la minimización del Estado -o en su caso la separación-, la posibilidad de la reforma del Senado sin confederalizar más el País, y se concluye con un capítulo de sugerencias para salvar el Estado respetando las autonomías periféricas. Y se sostiene que, si preferimos seguir ganando tiempo y manteniendo la confortabilidad de nuestro vivir, alguien, en algún momento, nos exigirá responsabilidades.