En el siglo XIII, un grupo de herejes del sur de Francia, los cátaros, se convirtieron en una seria amenaza para la Iglesia católica. Miles de ellos fueron asesinados en distintas oleadas de brutal represion, pereciendo muchos en la hoguera. Y, sin embargo, su fe era tan viva que a principios del siglo XIV, su fermento les hizo resurgir por ultima vez en torno al pequeño pueblo occitano de Montaillou.