En suma, es como si en la poesía de Salah Stétié ( Beirut, 1929) el texto fuera de ancho tapiz cubierto de imágenes pintadas, pero con un viento que lo mueve, que deshace esas imágenes, que descalifica la idea del mundo por el que podrian haber sustituido el mundo. La superficie del pensamiento se mueve por eso mismo, y ya se nos invita a entrar en el desconocimiento, una palabra que Stetie emplea a menudo y que no significa en absoluto que por esos caminos estemos destinados a no conocer nada. Pues, ciertamente, esta poesia no describe un lugar, no escribe una vida, al menos de manera explicable, no evoca acontecimientos; este poeta parece no recordar en su poema ningun momento de la conciencia ordinaria. Pero las palabras que gracias a el se nos tornan tan abiertas nos ayudan a escribirnos a nosotros mismos, son nuestra legibilidad de pronto posible a traves del interior de nuestros actos. Ayudan a transfigurar en presencias, en participaciones a la presencia del mundo, nuestros objetos, nuestros saberes mas cotidianos.