Toda mentalidad religiosa cree en lo sobrenatural y tambien en la existencia de un principio del bien y otro del mal que se hallan enfrentados en una lucha de resultado incierto. La "creencia, casi universal, en la comunicación entre los mortales y seres más poderosos que ellos" ha propiciado a lo largo de la historia, en ausencia de razonamiento científico y de pruebas empíricas, cuando no de simple sentido común, la familiaridad de los humanos con seres o criaturas que a veces son relativamente benignos & x02013;como las hadas, los elfos o los duendes& x02013; y a veces directamente satánicos. En 1830, Walter Scott escribió Cartas sobre demonología y brujería para esclarecer, desde una postura esceptica, la historia y evolución de estos fenómenos, desde las menciones en la Biblia hasta los últimos procesos y condenas por brujería en el siglo XVIII. El libro abunda en relatos y casos, algunos realmente divertidos, como los fantasmas que fueron legalmente desahuciados de una casa islandesa o el joven de Surrey que vendió su alma al diablo para "convertirse en el mejor bailarín de Lancashire"; y otros, la mayoría, espeluznantes, como el linchador de brujas que pedía dinero a los espectadores "por el espectáculo que les había ofrecido" o como la particular inquina del rey Jacob
Ficha técnica
Traductor: Jesús Cuéllar
Editorial: Alba Editorial
ISBN: 9788411780971
Idioma: Castellano
Número de páginas: 416
Tiempo de lectura:
9h 55m
Encuadernación: Tapa dura
Fecha de lanzamiento: 09/10/2024
Año de edición: 2024
Plaza de edición: Es
Colección:
Alba Clásica
Alba Clásica
Número: CLXII
Alto: 21.0 cm
Ancho: 14.0 cm
Especificaciones del producto
Escrito por Walter Scott
Nació en 1771 en Edimburgo (Escocia). Desde 1792 recorrió los más remotos rincones de Escocia y recogió baladas del folklore local. Es considerado como el iniciador de la novela histórica. Con los beneficios por la venta de sus obras, mandó construir una enorme propiedad en Escocia, bautizada Abbotsford, de la cual en 1820 fue nombrado barón. Asociado a la firma de impresores de James Ballantyne y a la editorial de Archibald Constable, que sucumbieron a la crisis económica de 1826, rechazó ampararse en la bancarrota, y pagó durante el resto de su vida una deuda de más de 120.000 libras esterlinas. Falleció en 1832 en Abboostford.