La sociedad postmoderna y globalizada del siglo XXI ha desarrollado una inclinación al sincretismo que tiende a minar todos los pilares fundamentales de nuestra cultura occidental. Ello hace que la figura de Cristo sea relegada a la de un simple maestro religioso en pie de igualdad con Buda, Confucio, Mahoma, o que se le otorgue un lugar semejante al que han llegado a ocupar los grandes maestros de las principales escuelas filosóficas.En semejante contexto, la Iglesia cristiana debe fomentar de manera especial el estudio de la cristología. No tan sólo para contrarrestar un deplorable desconocimiento del verdadero Cristo o defenderse de una predisposición abiertamente antagónica respecto a la fe, sino también para instruir a muchos creyentes que a causa de un conocimiento superficial y una imagen difusa y lejana de su Salvador, viven lánguidamente su experiencia espiritual y apenas sienten el gozo de una comunión viva con él.