Al afirmar que es la naturaleza la que imita al arte, Oscar Wilde invertía los términos de una extensa tradición occidental; pero estaba lejos de imaginar la transformación a que se verían sometidas las relaciones entre el arte y la naturaleza con la emergencia del Land Art, a finales de los años sesenta de nuestro siglo. Como consecuencia de los profundos cuestionamientos ideológicos, técnicos y lingüísticos que entonces experimentó la práctica artística, las relaciones entre el arte y la naturaleza dieron también una vuelta de tuerca que deshizo la antinomia que había enfrentado secularmente los dos conceptos, fundiéndolos en una nueva proposición: La naturaleza es el arte