Los cristianos no podemos esconder la
música del Evangelio. Si deja de vibrar en
nuestro corazón, habremos perdido la
alegría que brota de la práctica de la
compasión, la ternura que nace de la
confianza con la capacidad de reconciliación
que encuentra su fuente en sabernos
siempre perdonados y en camino.
Si la música del Evangelio deja de sonar
en nuestras casas, plazas, profesiones, en
la vida política y en la gestión económica,
habremos apagado la melodía que nos
impulsa a luchar por la dignidad de todo
varón y mujer.
Papa Francisco
Encíclica Fratelli Tutti, Nº 277