La poderosa personalidad de Quinto Horacio Flaco (65-8 a. C.) domina -junto con Virgilio y Ovidio- la edad de oro de la poesía latina. Este volumen incluye dos obras básicas de su labor creadora: el libro de los Epodos y los cuatro libros de Odas. El tono mordaz y punzante de los «Epodos» -compuestos en dísticos, mayoritariamente de naturaleza yámbica- responde a las características tradicionales del género, especializado en el arte del dicterio, la maldición y la injuria. En cambio, el rasgo dominante de las «Odas» -cuya métrica nace de la adaptación al ritmo latino de los versos eolios- es el uso de la alabanza y el panegírico.
Ficha técnica
Traductor: Vicente Cristobal Lopez
Editorial: Alianza Editorial
ISBN: 9788420601212
Idioma: Castellano
Número de páginas: 200
Tiempo de lectura:
4h 42m
Encuadernación: Tapa blanda
Año de edición: 1996
Plaza de edición: Madrid
Colección:
El Libro de Bolsillo
El Libro de Bolsillo
Número: 1121
Alto: 18.0 cm
Ancho: 11.0 cm
Especificaciones del producto
Escrito por QUINTO HORACIO FLACO
Quinto Horacio Flaco (Venusia, 65 a. C. - Roma, 8 a. C.), fue el principal poeta lírico y satírico en lengua latina. Fue un poeta reflexivo, que expresa aquello que desea con una perfección casi absoluta. Los principales temas que trata en su poesía son el elogio de una vida retirada («beatus ille») y la invitación de gozar de la juventud («carpe diem»), temas retomados posteriormente por poetas españoles como Garcilaso de la Vega y Fray Luis de León. Escribió, además, epístolas (cartas), la últimas de las cuales, dirigida «A los Pisones», es conocida como Arte poética. Era hijo de un esclavo liberto. Su padre, aunque pobre, invirtió mucho dinero en la educación de su hijo, acompañándolo a Roma donde inició sus estudios de gramática con Orbilio y, probablemente, los de retórica con Heliodoro. A los 20 años de edad se trasladó a Atenas para estudiar griego y filosofía en la Academia con Teomnesto, donde tomó contacto por primera vez con el epicureísmo. Tras el asesinato de Julio César, se unió al partido republicano, formando parte del ejército que Marco Junio Bruto preparaba en Grecia para oponerse a los triunviros Octavio y Marco Antonio, siendo nombrado tribuno militar. El ejército republicano fue derrotado en la doble batalla de Filipos (42 a. C.), en la cual, dadas sus escasas aptitudes militares, hubo de escapar para salvar así su vida. Cuando Octavio decretó una amnistía a favor de aquellos que habían luchado en su contra, Horacio decidió volver a Roma, conociendo entonces la noticia de la muerte de su padre y la confiscación de sus propiedades. Sumido en la pobreza, consiguió no obstante trabajo como escribano de cuestor, un puesto que le permitió practicar su arte poético. Con el tiempo, Horacio fue ganando el respeto y la admiración de los círculos literarios romanos, al que pertenecían Virgilio y Lucio Vario Rufo, quienes le presentaron a Cayo Mecenas (38 a. C.), amigo y consejero de César Augusto. El emperador le brindó su protección, llegándole a ofrecer un puesto como secretario personal, si bien Horacio declinó la oferta debido a sus principios epicúreos. Mecenas llegó a convertirse en su protector y amigo personal, y obsequió a Horacio con una finca en Tiber, en las montañas Sabinas (33 a. C.), donde el poeta se retiró a redactar sus obras. Su amistad fue tal que incluso fueron enterrados el uno junto al otro.