Sinopsis de JUAN BRAVO EN LA PLAZA DE LAS SIRENAS: UNA PRENSA, UN ESCULTOR, UNA ESTATUA Y UNA PLAZA
El autor de "Los otros" escribe un folleto sobre la mayor polémica habida en Segovia, que involucró a figuras como Machado, Ortega y Gasset o Azorín. Con prólogo de Carlos Álvaro.En 1920, la ciudad de Segovia apenas sobrepasaba los 16000 habitantes, un buen número de casas estaba en ruinas, los cortes de luz eran habituales y había problemas con el suministro de agua. Una ciudad tan pobre «que no enciende los candiles a la noche», escribió Ramón Gómez de la Serna.Sobre este trasfondo, descrito a grandes rasgos, el Ayuntamiento de Segovia toma la decisión de erigir un monumento al comunero Juan Bravo con motivo del cuarto centenario de su decapitación. El lugar escogido: la plaza de las Sirenas, en San Martín. El escultor: Aniceto Marinas. Pero surgió la oposición de un grupo de jóvenes, entre los que destacaban Ignacio Carral y Mariano Quintanilla, por un lado, y el marqués de Lozoya, por otro, quienes, con argumentos, removieron cielo y tierra para detener lo que consideraban un atentado estético contra una de las plazas más bellas de la ciudad.Algo insólito en aquella Segovia dormida. Ante el desprecio de la prensa local, Ignacio Carral decidió publicar en 1922 el presente alegato, un ejemplo admirable de cómo la polémica puede ser generadora de conversación y debate.
Ficha técnica
Editorial: La Uña Rota
ISBN: 9788418782152
Idioma: Castellano
Número de páginas: 68
Tiempo de lectura:
1h 31m
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 02/05/2022
Año de edición: 2022
Alto: 21.0 cm
Ancho: 11.5 cm
Grueso: 0.3 cm
Especificaciones del producto
Escrito por Ignacio Carral
Luis de Sirval (Valencia, 1898-Oviedo, 1934), fundador de una de las principales agencias periodísticas de su tiempo, tras morir asesinado en Oviedo en el año 1934, se convirtió en símbolo de la represión que siguió a la Revolución de Octubre. El suyo fue un caso célebre en los años finales de la República –sobre él se publicaron varios libros y en su defensa intervinieron personalidades como Manuel Azaña o Antonio Machado–, pero lo que vino después –la Guerra Civil y la represión consiguiente– hizo que su nombre quedara olvidado. Colaborador en periódicos como La Voz de Valencia, El Noticiero Universal, El Diluvio, La Libertad o El Heraldo, solo publicó un libro, Huellas de las Constituyentes, en que se reúnen sus crónicas parlamentarias aparecidas en el diario La Libertad entre 1931 y 1933.