Un pequeño terrateniente, Pável Ivánovich Chíchikov, se dedica a comprar campesinos muertos para registrarlos como vivos y conseguirasí las tierras que se concedían a aquellos que poseyeran un cierto número de siervos. Gógol utiliza este argumento como pretexto para ofrecer la versión más cruda y detestable del ser humano, logrando queesta obra, publicada por primera vez en 1842, sea un clásico con una vigencia formidable en nuestro mundo actual.Alberto Gamón ha realizado un impresionante trabajo gráfico que ahonda en el texto de esta edición, con nueva traducción de MartaRebón. «Las almas muertas es el texto de ficción que inaugura la formidable tradiciónde novelistas eslavos. Luego vendrán, con nuevos bríos, Turguénev, Dostoievski, Tolstói, Gorki, etcétera. Todos reconocieron la maestría de Gógol, demostradatambién en el versátil género del relato corto, como asegura la frase de Dostoievski: Todos hemos salido de El capote de Gógol».Carlos García Gual, El País
Ficha técnica
Traductor: Carme Camps Monf
Ilustrador: Javier Olivares Conde
Editorial: Nordica
ISBN: 9788416830138
Idioma: Castellano
Número de páginas: 400
Tiempo de lectura:
9h 32m
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 06/03/2017
Año de edición: 2017
Plaza de edición: Madrid
Alto: 22.0 cm
Ancho: 16.0 cm
Especificaciones del producto
Escrito por Nicolái Vasílievich. Gógol
19 de marzo de 1809, cerca de Sorochincy, en el distrito de Mírgorod, provincia de Poltava, en Ucrania. Educado primeramente en la casa paterna y luego en el Liceo de Niezin, terminó Gógol sus estudios en 1828 con un diploma de segunda categoría. En vez de estudiar, organizaba funciones. Otro factor desfavorable, que frenaba su aplicación, era su desmesurado orgullo. Convencido de su superioridad sobre las demás personas, el joven Gógol soñaba con grandes hazañas en vez de estudiar. Pero ¿cómo explicar que, a pesar de su pasión por el teatro, veía su gran porvenir en una carrera administrativa? Aun la probó, como intentó más tarde dar clases de historia. Pero la atmósfera gélida de las oficinas públicas petersburguesas apagó rápidamente sus ilusiones respecto a la posibilidad de distinguirse en aquel terreno.