De un modo enteramente inquietante, la polémica alrededor de las drogas se transformó históricamente en una guerra solo cuando apareció el crack. En ese momento, las drogas asumieron el carácter de cuestión política. Rutinariamente asociadas con la subversión, a partir del crack las drogas se emparentaron con la amenaza de revolución, y pasaron a funcionar como articulación tecnológica de la diferencia racial. La seguridad, en alza; las libertades civiles, en baja. El crack perdió su especificidad como una droga entre otras. En tanto sinécdoque de todas las drogas, el crack ilumina una dimensión interna del polemos, abriendo el horizonte apocalíptico de la política de las drogas.Antes de la aparición de lo que llamamos crack, las drogas planteaban cuestiones de control, legalización y contención. Su utilización parecía pertenecer a los distritos socio-jurídicos de la desobediencia civil. Desde su origen como categoría legal, este típico crimen estadounidense ha ganado su dosis de defendibilidad moral gracias a su vinculación con las actividades anti-guerra. Pero el crack, cuando llevó la guerra a las drogas, llevó la guerra a la ley. La desobediencia civil fue separada de los hábitos constitucionalmente sancionados: esta guerra, a diferencia de las otras, no permite el disenso. Desestructurando una constitución civil basada en la diferencia, el crack introduce la narcopolémica como guerra total.
Pulsión de prueba. La filosofía puesta a examen toca un punto crucial en el pensamiento y la vida modernos, curiosamente muy poco estudiado: la centralidad del testeo en la experiencia cotidiana. Vivimos sometidos a pruebas y exámenes: pruebas de amor, examen de conciencia, experimentos científicos, test de conducir, exámenes escolares, literatura experimental, testeo de productos. Por donde vamos nos topamos con ese tipo de experiencia, que es la propia experiencia de la modernidad. Pero Avital Ronell va más allá. El test es una pulsión: "Desde Bacon en adelante se ha establecido un vínculo entre tortura y experimento; sin embargo, ¿qué es lo que ha permitido que acciones y giros idiomáticos relacionados con el test se hayan destacado como un interés esencial y cada vez más amplio, una pulsión casi inevitable?". Para responder esa pregunta, Ronell emprende una lectura de Nietzsche, Husserl, Heidegger, Blanchot, pero también de Alan Turing e incluso del pensamiento zen, que desemboca en una impactante deconstrucción de los modos discursivos de dominación. Poner de relieve la pulsión de estar sometidos a prueba puede leerse ante todo como una intervención política, que no excluye la paradoja: la pulsión de prueba es la experiencia central de la modernidad y, a la vez, la máxima expresión de su crisis. La de Ronell es una verdadera escritura filosófica: rigurosa y creativa. En el límite con el sentido del humor, la ironía y una inteligencia desbordante, pero siempre atenta a la precisión conceptual y a trabajar bien de cerca los textos, Pulsión de Prueba. La filosofía puesta a examen es la primera traducción al español de una de las ensayistas más destacadas de la escena filosófica contemporánea.