Algo que puede llamarse intimidad aparece en ciertos registros de la literatura: diarios, cartas, memorias, referencias o claves autobiográficas dentro de las así llamadas ficciones. Giordano relee, o mas bien diria que escucha con atencion, con extremo cuidado esas resonancias donde casi siempre descubre no la verdad de un sujeto, sino la extrañeza de un yo que se refleja en el espejo empañado de su escritura. No obstante, la maxima iluminacion de este libro se da en otro yo, el del critico. Lo intimo de los escritores le permite a su autor contarnos algo, hablar en primera persona. ¿Existe la vida despues de la critica, de la escritura en general? parece preguntarse, preguntarme. ¿Habra que olvidar los libros para que se abra paso la extrañeza de lo intimo que tanto se ha perseguido en la escritura ajena? Todo lo contrario, quizas. El mismo deseo de registrar algo por escrito, incluso las propias dudas, las propias obsesiones, que la critica llamaria recurrencias, ya esta en busca de ese otro, lo otro que permita al fin pronunciar un yo, no como objeto, sino como principio activo, inasible pero continuo, de un estilo. Eso se llama leer, dira Giordano, siguiendo las propias emociones. Y tal persecucion, interminable, llegara a esbozar en el horizonte que se sustrae el dolor, el pensamiento, lo posible, es decir, una vida escrita, que puede empezar por ejemplo asi: Una tarde, muy triste, para consolarme Silvio Mattoni
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