"No me importaría ir al fin del mundo, si allí he de darle gloria a Dios", escribía Victoria Díez. Y así fue. Su "fin del mundo" fue un pueblecito de la sierra cordobesa, Hornachuelos, donde ejerció durante ocho años de maestra. Su profesion era una profunda vocacion arraigada en Jesucristo y basada en la idea de Pedro Poveda y la Institucion Teresiana. En 1936, cuando estallo la violencia en España, Victoria tuvo la ocasion de escapar, pero quiso permanecer en "su" pueblo, con su "gente". El 12 de agosto moria violentamente, sellando asi una corta vida, treinta y dos años, de amor a Dios y entrega a los hombres a traves de la enseñanza.