Ainielle existe. Desde 1995, sus antiguos habitantes celebran un encuentro entre sus ruinas. Les cuesta llamarlo fiesta porque lo que queda de las casas y el molino, donde nacieron y molieron, se siguen pudriendo en silencio, en medio del olvido y la nieve, en las montañas del Pirineo de Huesca que llaman Sobrepuerto. Todos los personajes de este libro han vivido, y lo siguen haciendo, en el corazon del autor y en el de los que aun se da la mano, de año en año, cuando su memoria y la de las hayas se tiñe de amarillo. Sobrecoge todo el libro como sobrecoge siempre todo lo que es autentico, lo que nace de lo mas hondo del corazon y de la memoria, una memoria doliente, amarilla, pero a la vez informa, pone en antecedentes, arroja luz sobre esas ruinas que uno ha visto y pisado tantas veces, pero que a la luz de este hermoso libro cobran otra dimension. Cuentan la verdadera lluvia marilla, la verdadera historia del abandono de Ainielle y de tantos pueblos, esa que Julio Llamazares pretendia contar por otros caminos, en su maravilloso libro: La lluvia amarilla.