El dominio de los grandes colosos de la comunicación ha ínundado de canales televisivos el paisaje mediático. Consecuencia de ello ha sido una ínmensa sóbrecarga informativa que cóexiste con la prolíferacion de la chachara y la banalizacion. Frente a la colonizacion de la esfera comunicativa por parte de las grandes grupos privados; es necesario afirmar un nuevo principio, sin el cual cualquier discurso acerca de la democracia corre el riesgo de perder consistencia: el de que la comunicacion es un espacio publico. Los ciudadanos tienen derecho a utilizar los espacios comunicativos como usuarios, pero tambien como productores. Por ello las instituciones publicas (ayuntamiehtos, gobiernos autonomicos y gobierno central) deben garantizar el derecho a tener acceso al eter y a la banda ancha digital a los grupos que quieran acceder a ellos. Evidentemente, no es un asunto facil: los grandes grupos han conseguido que los sistemas de licencias y concesiones reviertan casi exclusivamente en su beneficio. Pero la experiencia italiana, donde en los margenes del sistema oficial de comunicacion comenzo, durante la segunda mitad de 2002, a extenderse el fenomeno nuevo de las televisiones de calle, ha puesto en marcha un proceso de escape. Un numero creciente de personas esta utilizando las tecnologias de la comunicacion como instrumentos para crear espacios compartidos. Lo que sucedio con Internet en la segunda mitad de los años noventa podria repetirse en el conjunto del paisaje mediatico. El dominio centralizado de las grandes empresas puede combatirse no mediante la oposicion, sino mediante la proliferacion. Estas televisiones, denominadas ya genericamente Telestreet, estan construyendo las condiciones sociales a partir de las que sera posible pedir a las instituciones publicas que cumplan con su deber democratico, que no es el de hablar en lugar de los ciudadanos ni, menos aun, admitir que grupos de prepotentes invadan y privaticen el espa&a