Los presentes flujos migratorios no son un fenómeno nuevo en la historia: el ser humano es migrante por naturaleza. Tampoco resultan novedosos los actuales niveles de preocupación de muchos ciudadanos por las consecuencias que las oleadas migratorias puedan tener en sus vidas. La retorica contraria a la inmigracion ha vuelto a resurgir con fuerza y comienzan a escucharse, de nuevo, los mismos argumentos que usualmente se han esgrimido para demandar un mayor control fronterizo.
Jesús Javier Sánchez BarricarteDesde hace mucho tiempo, a los gobernantes y a los científicos sociales les ha preocupado el tamaño de la población. Tras la publicación, a finales del siglo XVIII, del Ensayo sobre el principio de la poblacion de Thomas R. Maithus, el interes por las variables demograficas se redoblo. Con demasiada frecuencia, el crecimiento demografico ha servido (y lo sigue haciendo) de chivo expiatorio de los problemas que aquejan a la Naturaleza y a la Humanidad. El final del siglo xix y el principio del xx vivieron un auge de las sociedades eugenesicas preocupadas por la reproduccion de los no aptos (asi es como denominaban a la gente pobre y miserable). Estas sociedades y los grupos de presion de los que se servian propusieron toda clase de medidas para limitar los nacimientos de quienes consideraban inferiores con el noble objetivo de mejorar la especie humana. Su temor a que las clases mas bajas y menos aptas pudieran extenderse e invadir el mundo les llevo incluso a fomentar la aprobacion de leyes que hoy dia nadie dudaria en valorar como violadoras de los derechos humanos mas basicos. Solo la derrota en la Segunda Guerra Mundial del regimen nacional socialista de Adolf Hitler permitio sacar a la luz publica la degeneracion moral a la que llevaron las propuestas eugenesicas. Durante los años sesenta y setenta del pasado siglo xx, se popularizaron las profecias apocalipticas que anunciaban todo tipo de catastrofes como consecuencia del rapido crecimiento que en aquellos años estaba experimentando la poblacion mundial. Paul Ehrlich, por ejemplo, no dudo en describir este crecimiento como una bomba demografica. Se temia que la Tierra fuera incapaz tan siquiera de alimentar a tanta gente. Por supuesto, se afirmaba con rotundidad y seguridad que no habria recursos naturales para abastecer la creciente demanda, por lo que se vaticinaba el colapso de la economia mu