Este libro recupera un tesoro de literatura oral (canciones, romances, paremias, adivinanzas, trabalenguas, plegarias, piropos, pregones, avisos contra morosos, etnomedicina, creencias y supersticiones, leyendas, cuentos) registrado en el pueblo almeriense de La Cañada de San Urbano en 2003. Ecos, ya casi inaudibles, de una cultura tradicional que se halla en proceso irreversible de extición, pero cuya variedad y riqueza sigue y seguirá asombrando a las generaciones de hoy y del mañana. Un amplio estudio acerca de la antigüedad y de la geografía, de las fuentes y paralelos de este repertorio, abre el libro; y lo cierra un extenso apéndice de propuestas didácticas que permitirán trabajar con estos materiales en la escuela.
La historia de estas gentes discriminadas y perseguidas, que ha llegado casi hasta nuestros días, es una rareza difícil de explicar. Tenemos que retroceder a épocas muy remotas que justifican el rechazo por la ignorancia de los pueblos. Aun asi, no se comprende que se haya prolongado tanto tiempo. Los ultimos agotes de la historia viven en Bozate, barrio equidistante de Arizkun y Errazu, dos de los catorce pueblos que componen el navarro valle del Baztan, frontera con Francia. Al otro lado de los Pirineos, los franceses les llamaron cagots. Vivian en barrios apartados, con la prohibicion de mezclarse con los vecinos de otros pueblos. Para que su separacion fuese completa, debian distinguirse hasta en la propia vestimenta y tenian que llevar la marca de un pie de pato de color rojo, de manera bien visible. Ademas estaban obligados a avisar de su presencia haciendo tañer unas claquetas para que los otros se apartasen. Eran objeto de discriminacion en la la iglesia, donde les estaban reservados los ultimos bancos. No podian llegar hasta el altar ni para comulgar ni para recibir la paz, el sacerdote bajaba a darsela. En la ofrenda de pan a la iglesia, y que el monagillo recogia en un saco, le daba la vuelta a este, para que los panes de los agotes no se mezclasen con los otros. Tenian una pila de agua bendita y un cementerio aparte, incluso habia iglesias con una puerta especial para ellos. Tampoco se les permitia ser sacerdotes. Nunca les dejaban participar en los bailes y en las fiestas de los pueblos del valle. Una maldicion que ha llegado a su fin.