Pietro Pomponazzi (Mantua 1462 - Bolonia 1525) fue, sin duda, uno de los filósofos más importantes de su tiempo. Tras recibir su doctorado en artes por la Universidad de Padua en 1487, pasó la mayor parte de su vida entregado, con gran éxito, a la docencia de la filosofía natural en Padua y Bolonia. Su obra trascendió, con mucho, el ámbito de lo estrictamente escolástico, y generó, ya en vida del propio Pomponazzi, una viva polémica. Su intención fue someter a un profundo análisis los supuestos sobre los que se asentaba el aristotelismo con el fin de determinar si éste podía dar cabida a los grandes dogmas del cristianismo sobre el mundo y el ser humano. Fruto de ese análisis fue un puñado de escritos de enorme relevancia histórica como el De immortalitate animae, el De fato o el De incantationibus: en ellos Pomponazzi negaba que la inmortalidad del alma, la libertad humana o la explicación sobrenatural de ciertos acontecimientos pudiesen casar de alguna manera con Aristóteles, que era todavía a principios del siglo XVI paradigma de la racionalidad.
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Publicado en 1516, el Tratado sobre la inmortalidad del alma fue el detonante de un encendido debate que trascendió los límites académicos en los que se fraguó el pensamiento y la obra de Pietro Pomponazzi. Su tesis, sencilla en la forma, era que la afirmacion de la inmortalidad del alma debia recluirse en el ambito de la fe y de los canones sagrados, porque la razon natural y la ciencia resultan para esa afirmacion un terreno absolutamente hostil. Con este argumento, Pomponazzi realiza una revision completa de la filosofia de su epoca, prestando especial atencion a los autores que, como Averroes o Santo Tomas, habian mantenido de una forma u otra que los escritos de Aristoteles podian interpretarse en favor de algun tipo de inmortalidad. La obra no paso desapercibida: desde distintas estancias eclesiasticas fue considerada como un verdadero atentado contra el dogma de la inmortalidad. Pomponazzi fue acusado de rechazar en secreto este dogma, pese a que en el Tratado termina enfatizando su incondicional creencia en la inmortalidad del alma. Esta profesion de fe, asi como otras que realizo posteriormente el autor, no logro evitar que el libro fuera prohibido y que, como ocurrio en Venecia, fuera publicamente entregado a la hoguera.