Un tren de leyenda recorre la yema desabrigada del Sáhara. Atraviesa más de setecientos kilómetros de desierto en la república islámica de Mauritania, un país desconocido y hermético. Es el tren más largo y pesado del mundo, pues transporta anualmente unas diecisiete millones de toneladas de hierro en polvo, cuya exportacion supone el quince por ciento del producto interior bruto mauritano. Los que logran llegar a las remotas minas de Zouerat pueden subir clandestinamente y viajar sobre el convoy. Es un periplo largo y aspero, a merced de las brutales variaciones termicas del Sahara. Tambien es una ventana a un mundo que se acaba: el del nomadeo, el camello y la jaima. El de la daraa y el te de menta bajo las estrellas. En un planeta cada vez mas homogeneo, en las entrañas del desierto, un puñado de personas se resisten a abandonar un estilo de vida milenario. Dieciocho horas a la intemperie, a lomos de este ferrocarril, dan para pensar en esas personas y en otras como ellas en diferentes paises de Africa. Depositarios de culturas ancestrales que resisten a los embates de la globalizacion y hacen del continente negro un torrente de colores y sensaciones. Este testimonio habla, fundamentalmente, de ellos.