Habra quien afirme que pensar el amor es matar al amor. O que hablar de una misma es olvidarse de lo comun. Sin embargo, me parece que estos ensayos demuestran lo contrario. Respiran, atravesados por el cuerpo y la experiencia, pero siempre pasando por la reflexion. No hay nada muerto en estas paginas, sino la vitalidad que la teoria en movimiento puede generar. Subir una montana tiene muchas dimensiones. Las primeras son sin duda fisicas y, si me apuran un poco, espirituales. Pero no son las unicas: otras requieren que se les asigne un sentido, que vendra a partir de la propia historia, cultura y concepciones sobre el mundo. La experiencia es el conjunto de todo ello. Y sucede lo mismo con el amor. Pensarlo y no solo vivirlo acriticamente le da otras dimensiones que sacuden la inercia, que a veces duelen, pero con frecuencia crean horizonte. Los ensayos de Cuando hablamos de amor estan llenos de claroscuros, de propuestas, de apuestas. Experimentan, van y vienen. Quiza sea redundante decirlo, pero rezuman afecto y promesas al mundo. A veces invitan a pensarnos fuera del espacio que es la pareja, en monogamia, no monogamia, o cualquier forma de relacion amorosa, y abrirnos al todo de la sociedad. Otras, a romper los paradigmas que se nos han impuesto, o incluso que nos hemos impuesto, en ese mismo campo. A que no nos casemos (guino, guino) con lo que creemos que debe ser. Parecen decir: no nos vayamos con las conclusiones simples, dejemos de consumir(nos), dejemos de ponernos en cajas. Abramos en vez de cerrar. El mundo esta lleno de violencia y si no tejemos redes amplias y amorosas no sabremos que hacer con el incendio. Porque en este punto, ya no hay duda, estamos en medio de un incendio, real y metaforico. Sigamos construyendo el enorme tejido del amor polifonico, multiforme, cuestionador, generoso, amoroso, en este mundo algido que tanto necesita de empatia y de miradas sobre la existencia del otro, la otra, lx otrx.
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