Sin duda, El hombre y lo divino es una de las obras más extremas y definitorias de María Zambrano, la ilustre discípula de Ortega y Gasset. Situándose en el plano estricto de la Filosofía, Zambrano no evita la Poesía, de modo que la propia escritura es en su forma parte de la reflexión que intenta compartir. Lo cotidiano cobra en este libro una dimensión universal, porque la vida y la muerte, como referencias insoslayables del pensamiento que comienza su viaje, van incorporando los elementos que configuran finalmente nuestra propia naturaleza de seres que sueñan, de seres creadores, por tanto, capaces de modificar el paisaje de una biografía, pero también el de la Historia, a partir, como dice nuestra autora, “de una actitud”. Conceptos como el de “piedad” adquieren aquí una dimensión comprometida, auspiciando una manera nueva de relacionarse entre sí los seres humanos, en la que la “indefensión compartida” pudiera ser el inicio de una convivencia generosa. En El hombre y lo divino hay caminos inexplorados, ocultos, que sólo van apareciendo a medida que los lectores se hacen activos paseantes de su territorio.
Ficha técnica
Prologuista: Mª Fernanda Santiago Bolaños
Editorial: Fondo de Cultura Economica de España, S.L.
ISBN: 9788437506074
Idioma: Castellano
Número de páginas: 370
Tiempo de lectura:
8h 49m
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 25/09/2007
Año de edición: 2007
Plaza de edición: Madrid
Colección:
Pensar en Español
Pensar en Español
Alto: 20.0 cm
Ancho: 13.0 cm
Especificaciones del producto
Escrito por María Zambrano
Filósofa española. Nacida en Vélez-Málaga (Málaga) en 1904, fue discípula de José Ortega y Gasset y profesora en la Universidad de Madrid. Durante la Guerra Civil española (1936-1939) participó en algunas comisiones de ayuda humanitaria y cultural y se exilió en México, a donde llegó en 1939. Profesora de la Universidad de Morelia, se trasladó muy pronto a La Habana, en cuya universidad enseñó durante varios años, así como en la Universidad de Puerto Rico. Posteriormente vivió en Italia y en Suiza antes de su regreso definitivo a su país. Para Zambrano, la filosofía no era sólo una cuestión de conceptos, sino de símbolos que deben abordar los problemas esenciales de la trascendencia y los grandes misterios de la vida humana. Murió en 1991.