No le gusta el fútbol, ni los bailes, ni el carnaval, ni el flamenco, ni la música de guitarra, ni la semana santa, ni la moral cristiana, ni la ética kantiana, ni salir de noche, ni la leche hervida, ni las corridas de toros, ni los tejidos sintéticos, ni la aldea de Almonte, ni el principio de no-contradicción de Aristóteles, ni la calvicie, ni los perros, ni la novela social, ni los telediarios. Su frase preferida la pronunció el gran diestro Jesulín de Ubrique unos días antes de su retirada: «Yo nunca he tocado techo. He sido imprevisible en toda mi carrera».
Federico Fuertes GuzmánLA HORA DEL LOCO es una colección de cuentos en los que la relación amorosa frustrada se convierte en el eje esencial alrededor del que giran las vidas de los personajes. Cuatro historias en las que el amor aparece como una vestimenta demasiado delicada que llega a romperse definitivamente ante la irrupcion de fuerzas tan concluyentes como la muerte, la venganza, la imposibilidad de reencontrarse con el pasado y la desconfianza obsesiva. Son historias en las que el amor es derrotado por las implacables circunstancias de la vida y en las que el autor intenta desmontar el mito de que el amor todo lo puede. En medio de estas cuatro historias, un interludio, a modo de Libro de Instrucciones, en un tono mucho mas vital y distendido que viene a aportar un poco de aire fresco a esas atmosferas tan opresivas. Ademas del titulo del libro, LA HORA DEL LOCO es un mensaje con el que el Federico Fuertes reivindica ese tiempo en el que la creacion, la fantasia y los deseos mas inutiles del genero humano se imponen al dolor y al aburrimiento, las dos circunstancias vitales entre las que, a decir del filosofo aleman Schopenhauer, oscila como un pendulo la vida de las personas corrientes. Durante la hora del loco ese pendulo implacable deja de oscilar y el hombre es enteramente libre; el tiempo racional queda detenido y es posible dedicar siquiera unos instantes de la existencia al goce mayusculo de la contemplacion estetica, absolutamente estetica. La razon queda momentaneamente olvidada, humillada por la fantasia.