«Cuando vengas a Atenas ―decía― te llevaré a mi casa de campaña». Y cuántas veces le aclaraste que en tu idioma no se decía casa de campaña, que una casa de campaña sugería la disparatada visión de una casita hermosa con jardín en medio de un combate de tiros y obuses entre griegos y fascistas en el Frente Albanés. ¿No se mancharían sus flores de sangre? Ni siquiera así te tomo en serio. Se rió de tu ocurrencia, te miró luego con lástima, como se le mira a un niño que no comprende nada, y siguió conduciendo carretera adentro. Viste los nombres de los pueblos en los letreros, y los aprendiste de memoria. Uno a uno los dejabas detrás: Pefka, Kakis, Kalopígado. La señorita griega adquirió hace unos años un flamante descapotable rojo con el que ahora mismo se dirigen hacia Daskalló. Su cabellera rizada helénica hondea como una bandera bajo los influjos de la celeridad y del viento. Serpientes sinuosas, ramas de un laurel convirtiéndose en mujer. La miras y ves ese gallardete de cabellos serpentinos recortándose sobre las montañas huesudas y amarillas, sobre las casas que aquí o allá han levantado los nuevos atenienses en las colinas peladas de las afueras...»
El poeta Francisco León recoge en este libro parte de sus diarios escritos entre 1997 y 2004. El autor aborda, desde su visión crítica —y muy a menudo autocrítica— una dilucidación de la poesía en su contacto directo con la vida.
Tiempo entero, segundo libro de Francisco León, es el resultado de un proceso de decantación verbal que abarca al menos ocho años de escritura, desde 1994 a 2002. El tiempo del que el poema surge -viene a decir al autor- es infinito, y a traves de esa infinitud del decir, el poema es capaz de regresar a ciertos motivos y espacios ya presentidos en su trabajo anterior (Cartografia, 1999). Lo insular, lo desertico, el silencio, lo sagrado, lo mitico, son algunos de esos tiempos infinitos. Tiempos que son, al fin y al cabo, mediante una poetica sencilla y de alta condensacion, el entero espacio de la escritura.