“Mi hermano y yo tuvimos que hacernos cargo del Universo, pues una mañana sin avisar, porco antes del alba, papá entregó su espíritu. Sus despojos crispados en un dolor del que sólo quedaba la cortez
En pleno invierno de 1986, Louis Bapaume, músico y compositor, regresa a Saint-Aldor, el pueblo donde empezó su vida de adulto veinte años atrás. Obsesionado por sus vivencias, vuelve por un solo día con la intención de hablar con Julia, una antigua alumna. Sin embargo, en unas horas se va a poner en juego toda su existencia, en medio de un paisaje invernal, entre una estación de tren donde vive un militar melómano y una iglesia donde se celebra un extraño funeral. En esta novela nada se deja al azar, el realismo más crudo se abre sobre un enigma que desdibuja la frontera entre la realidad y el sueño, el lector no sabe nunca en qué parte del espejo se encuentra. ¿Qué cree Bapaume que le tienen que perdonar? ¿Encontrará la absolución tras la que ha venido? ¿Acaso podemos albergar la pretensión de ser absueltos de nuestras culpas?
Estamos en Nueva York, a finales de los años veinte, en compañía de una peculiar ralea: un equipo de derribo. El inicio lo marcan los funerales de una niña muerta por el hundimiento de una escalera y el cortejo fúnebre que serpentea lentamente entre socavones y campos de ruinas antes de que estalle la pelea entre derribantes y derribados. Allí se encuentra Xavier X. Mortanse, que afirma ser un inmigrante húngaro recién llegado. Al menos eso es lo que cree. Se acuerda de despertarse un día en un muelle de los Estados Unidos, de las onzas de chocolate encontradas en el fondo de un bolsillo, de su nombre tatuado en la muñeca.Inocente absoluto, horrorizado por la vida, Xavier llega cada tarde cubierto de polvo y de humillaciones a su cuartucho de un octavo piso, justo al lado del de Peggy Sue Ohara, que lo mira con dulzura. También hay un cofre cerrado con llave. Y en el cofre una rana salida de unos dibujos animados de los años cincuenta.Con sus luces y sus sombras, ¡Music-hall! es una historia fuera de lo común, un verdadero espectáculo a la medida de Nueva York, poblado de enigmas y de espanto. Pero también es uno de los cantos más puros jamás escritos sobre el sufrimiento mental, la soledad humana y el estupor de existir.
Mientras pasea a su padre Séraphon en silla de ruedas por los escombros del Grill aux Alouettes, Remouald Tremblay es testigo involuntario de un extraño suceso que le turba en extremo. En su huida tropieza con un objeto insólito que logra ocultar bajo el abrigo. Clémentine Clémentm maestra titular en el Adélard-Langévin, un colegio privado dirigido por el hermano Gandon, observa parcialmente la escena desde la ventana de su casa; un muro se interpone en su campo de visión. Por una suerte de coincidencias desafortunadas, Remouald se convierte a sus ojos en el principal sospechoso de un suceso presumiblemente obsceno en el que se encontrarían implicados tres de sus alumnos.Veinte años antes, Remouald era un niño curioso que no lograba explicarse por qué el Todopoderoso miraba a otro lado cuando más se le necesitaba, o cómo las elaboraciones abstractas del mundo matemático coincidían punto por punto con la realidad. Pero un suceso terrible, de dimensiones inhumanas, acabó brutalmente con su infancia. A partir de entonces, la memoria se convertirá en una tortura que irrumpirá en la realidad en forma de alucinaciones y sueños.