José Manuel era capaz de ilusionarse, de vivir cualquier manifestación de la tierra por pequeña que ésta fuera. Tenía doce años cuando volvió un verano a su pueblo. Para integrarse en la pandilla deberia demostrar que no era un crio, tendria que ir al cementerio a las doce de la noche en dia de plenilunio, y, tras oir las campanadas de la iglesia, golpear con un pedrusco otras tantas veces la puerta de ese sacrosanto lugar. Acepto.La lectura de este libro, ademas de su gran amenidad y agudeza, puede ser un referente para todos aquellos jovenes que no han tenido el privilegio de haber pasado su niñez en un pueblo, donde el contacto con la naturaleza, la familia y los amigos abre un mundo nuevo de experiencias vitales.