Leila Sucari nació en Buenos Aires en 1987. Estudió artes visuales, periodismo y filosofía. Con Adentro tampoco hay luz ganó el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes en 2016. Actualmente, dicta talleres de narrativa en Espacio Enjambre, también ejerce como editora freelance y escribe para La Agenda y otros medios. Con Fugaz, su segunda novela, Sucari sorprende con una obra en la que cada acontecimiento se vive con frases iluminadoras.
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Si hay un relato que sin duda derrumba la visión idílica y edulcorada de la maternidad, ese es sin duda Fugaz. Su protagonista vive el embarazo y la crianza como una huida hacia delante, una forma de soltar amarras en la que cada etapa es un nuevo comienzo, un aprendizaje para el que nadie la ha preparado. Lo cierto es que no todo son sinsabores en la relacion de esta joven madre con su recien nacido, pero en este viaje, una aventura a traves del territorio argentino, el lector vera crecer a ese niño, reclamar el pecho de la madre hasta dejarla exhausta, y a ella desesperarse e incluso dudar de esa vida sin asideros. Hasta que madre e hijo recalan en un lejano lugar de la costa argentina, donde nadie sabe por que, como una macabra ofrenda de la tierra, las ballenas quedan varadas. La autora lleva al limite la exploracion de ser madre como una experiencia errante, a la vez dulce y violenta. Veronica Abdala, Clarin Sobre Adentro tampoco hay luz: Parece que escribiera con la misma naturalidad con la que respira y, al mismo tiempo, descubre mundos insospechados y oscuros agazapados bajo la mascara de lo cotidiano, que requieren de una gran maestria para ser mostrados. Encontrar una voz narrativa solida capaz de transmitir una mirada propia sobre el mundo es algo bastante infrecuente. Monica Lopez Ocon, Tiempo Argentino Se trata de un texto bellisimo y gozosamente salvaje. Ivana Romero. Blog Eterna Cadencia
Es verano y ella está sentada en la butaca de un tren. Entre las manos lleva un bolso naranja, único recuerdo de su madre. Se aleja de su mundo conocido, de una relación amorosa de años, de la maternidad que no fue, de un cuerpo que envejece. Tambien de la ciudad. La protagonista narradora de Casi perra deambula por escenarios cada vez mas salvajes y, a medida que avanza, va dejando atras su pasado hasta perder el eje de todo lo que parece definirla en su condicion humana, incluso el habla. Erotismo, cuerpo y deseo son algunos paisajes en los que se mueve Leila Sucari para narrar, desafiando los bordes, la transformacion de una mujer que explora las dimensiones de lo animal, la locura y el amor. Una novela que se lee sin soltar el aliento de principio a fin.
La protagonista de esta historia, una nena que está por entrar en la pubertad, llega a la casa donde viven su abuela y su prima en el campo. Pero lo que sigue no es un idílico relato campestre. Al contrario. Ellas son mujeres aisladas, encerradas cada una en su propio desamparo, en una tierra yerma que ha dejado de ofrecer futuro. Sin embargo, la mirada infantil logra abrirse paso como se abre paso la naturaleza. Es temporada de moras: el tiempo se rige por los frutos de los arboles, mientras una chancha o un lagarto se convierten en los mejores amigos. Desde esta vision, el mundo parece ser tambien una criatura y para explicarlo hace falta inventarlo con lo que hay a mano: imagen y descubrimiento. Leila Sucari logra construir la voz de una niña cuya capacidad de observacion es ajena a los prejuicios de los adultos. Su lenguaje es pura iluminacion. Distinguida con el primer premio del Fondo Nacional de las Artes, Adentro tampoco hay luz se inscribe en la tradicion de las novelas de iniciacion, con una frescura sorprendente, que conmueve y divierte.
Un relato sobre las miserias de la condición humana a través de la inocente mirada de una niña a punto de ser mujerLa protagonista de esta historia, una niña a punto de entrar en la pubertad, queda durante el verano confiada al cuidado de su controladora, arisca y, por momentos, tiranica abuela, y de su exuberante y curiosa prima.Lo que podrian haber sido unas idilicas vacaciones en el campo, poco a poco se transforma en un encierro en un lugar aislado y asfixiante donde el tiempo transcurre tan lento que se mide en cosechas frutales.Este matriarcado formado por mujeres encerradas en su propia soledad sirve a Leila Sucari para explorar la belleza del descubrimiento infantil, ajeno a los prejuicios de los adultos, y la progresiva perdida de la inocencia en un viaje de acercamiento a la madurez, a sus desengaños y sus contradicciones.
El viaje de una mujer para dejar atrás todo aquello que falló: la vida en pareja, la maternidad, el deseo.«Ni melancólico, ni triste, el tono es osado. ? Casi perra es, con su lengua cadenciosa de im