«Los límites. Viajar hacia los límites. Hacia los extremos de un mundo que se comprime día
a día, que no sólo se hace más pequeño, sino que, además, se trueca todo él en una tierra
conocida, previsib
En este su segundo libro de viajes, León Lasa vuelve a demostrar que posee esa rara cualidad del escritor de viajes: la empatía, la compasión (pasión compartida y contagiosa) con las tierras visitadas. Si en su anterior obra se adentraba por un territorio casi virgen, el de la Patagonia, del que nos habian llegado paginas de Bruce Chatwin y poco mas, en este sobre Irlanda, por contra, no teme sacudirle el topico a una isla mil veces retratada por nativos y extraños, siempre atractiva como pocas, pletorica de literatura. Con el, el pais nace nuevo y limpio, y sus gentes (no es este un cuadro de naturalezas muertas) laten, respiran, aman, actualizan sus mitos y tradiciones en retratos en los que Lasa no elude la sociologia, la antropologia, la historia, la poesia.Por el Oeste de Irlanda narra un recorrido a pie por la costa occidental de la isla: las huellas de la Armada Invencible, la cultura gaelica, las trasformaciones o deformaciones sufridas por esta nacion cuyo reciente milagro economico le ha valido el apodo de Celtic Tiger. Es un canto de amor que brota del conocimiento; es decir, una hermosa y sabia elegia.
... cuando sobrevolaba las montañas que rodean la ciudad de Bergen me asustaba pensar en la posibilidad de que aquel viaje que con tanta ilusión habría preparado, y que comenzaría días más tarde a bordo del Hurtigruten, me defraudara. Todo ese territorio abrupto que se extendía debajo de mí se encontraba parcheado aquí y allá de manchas de una nieve que, en ese momento, empezaba a desaparecer. El frío, instalado en la comodidad inocua del interior del avión, podía casi sentirse más allá de las vidrieras plastificadas que nos aislaban.. Abrí un folleto que explicaba al detalle las acaracterísticas de los barcos de Hurtigruten y de la ruta que, días más tarde, iba a emprender hacia el norte del país... Anhelaba el momento de verme instalado en mi cabina, con la ropa ordenada en un armario y los libros y los mapas desplegados en estanterías y anagueles. Miré a mi alrededor y observé un pasaje todavía contenido, en relativo silencio y medio adormecido. Volaba en una línea escandinava de bandera rodeado de personas de mediana edad que aún se habían educado dentro de ciertos cánones de disciplina.