La de 1940 fue la década del cine por excelencia. En un mundo asolado por la guerra, los directores ofrecían entretenimiento escapista a las masas en la época anterior a la televisión. Sin embargo, en muchos países se produjo una tendencia paralela hacia un mayor realismo. En Italia, por ejemplo, el espíritu de la resistencia culminó en el neorrealismo y en obras maestras como Ladrón de Bicicletas (1948). En Hollywood, este período fue probablemente el más creativo de la historia de los estudios: nunca se habían producido filmes tan inquietos y experimentales. El largometraje más revolucionario de la década fue Ciudadano Kane (1941), el extravagante debut de Orson Welles. Esta cinta anticipó el estilo visual expresionista que se convertiría en la seña de identidad del cine negro, un género repleto de antihéroes románticos y femmes fatales que todavía representa la esencia del cine para muchos apasionados del séptimo arte. Rita Hayworth, Ava Gardner y Lauren Bacall se conviertieron en eternos iconos eróticos, mientras que Bogart, a partir de El sueño Eterno (1946), pasó a ser el paradigma de la sangre fría. Si bien estas cintas ponían de relieve las grietas que se abrían en la fachada de EE.UU., otro género se dedicó a reconstruir la identidad nacional: John Ford propició el enérgico retorno del Western, Monument Valley plasmó el incomparable esplendor del país y John Wayne se convirtió en un aristócrata de la frontera salvaje. Descubre en este libro la cinematografía de una década fascinante, llena de matices.