Contemptuous of Europe's 'civilising mission' in Africa, Mary Kingsley's (1862-1900) extraordinary journeys through tropical west Africa are a remarkable record, both of a world which has vanished and of a writer and explorer of immense bravery, wit and humanity. Paddling through mangrove swamps, fending off crocodiles, climbing Mount Cameroon, Kingsley is both admirable and funny. "Great Journeys" allows readers to travel both around the planet and back through the centuries - but also back into ideas and worlds frightening, ruthless and cruel in different ways from our own. Few reading experiences can begin to match that of engaging with writers who saw astounding things: great civilizations, walls of ice, violent and implacable jungles, deserts and mountains, multitudes of birds and flowers new to science. Reading these books is to see the world afresh, to rediscover a time when many cultures were quite strange to each other, where legends and stories were treated as facts and in which so much was still to be discovered.
Mary Henrietta Kingsley nació en Londres en 1862. Su padre, George Kingsley, era doctor en medicina, aunque se pasaba la mayor parte del año en países lejanos, ocupado en recoger datos sobre culturas indígenas. Mary no fue nunca a la escuela pero aprendió a leer por su cuenta para devorar la sugestiva biblioteca paterna en la que abundaban los libros de viajes, de religiones primitivas y de historia natural. Así vivió, encerrada en su casa, hasta la edad de treinta años. Entonces, su padre enfermó de fiebres reumáticas y murió un año más tarde; su madre también fallecía tan sólo cinco semanas después. Al verse de pronto sin responsabilidades familiares, su afán investigador deja paso al espíritu aventurero, y decide embarcarse sola rumbo a África, con la declarada intención de concluir un libro inacabado de su padre sobre fetiches religiosos y sacrificios rituales en sociedades primitivas. Mary consigue pasaje en el carguero Lagos y parte de Liverpool en agosto de 1893. Tras unas semanas de navegación costera, desembarca en Säo Paulo de Luanda, en la actual Angola, y convive una temporada entre los nativos de Cabinda, entre el Congo y Zaire, donde recopila información sobre sus creencias religiosas. Mary Kingsley vuelve a Inglaterra, pero la llamada de África la lleva a embarcarse de nuevo ese mismo año rumbo a Sierra Leona. En este segundo viaje, cuyas increíbles peripecias narra con humor en este Viajes por el África Occidental, Mary Kingsley remontó en canoa el río Ogowé, en Gabón, hasta el país de los caníbales fang, para lo cual tuvo que atravesar pantanos, a veces a nado, y enfrentarse, sombrilla en mano, al peligro de los cocodrilos.