La Alpujarra se ha convertido, y desde hace bastantes años, en un mito. Y no sólo como palabra, como topónimo, sino también como comarca. Si en muchos casos no se sabe bien donde se encuentra, menos aun se tiene conciencia de su pasado ni de su presente. Como tal el mito alpujarreno esta hecho de topicos, de indefiniciones, de vaguedades, de fantasias, incluso de magia. Con todas sus ventajas, las de la fama y el prestigio novelescos y romanticos y no pocos de sus inconvenientes, la imprecision y el error. Y asi, con demasiada frecuencia, sus caracteristicos toponimos se pronuncian y se escriben mal, tanto en el lenguaje popular como en el mas culto de los medios de comunicacion. Y, sin embargo, pocas partes de España como La Alpujarra han sido objeto de tantos relatos, de tantas descripciones y ultimamente de tantos estudios. Pero a su lado, desde el siglo XVI al menos, los recuerdos legendarios, la magia de una tradicion hecha del conflicto multisecular entre lo autoctono y lo aloctono, de la oposicion entre la montaña y el mar, entre Mediterraneo y el Atlantico, entre Europa y Africa, entre el Cristianismo y el Islam, acaban siempre por imponerse a la realidad misma. Una tradicion magica que, ademas, ofrece vagas añoranzas, conlleva ansias y deseos romanticos y siempre encanta, conmueve y conquista.
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