Nunca, ni con tanta fuerza, nuestra sociedad reivindicó para sus miembros el derecho a la diferencia: diferencia de gustos, de culturas y de valores, diferencia de opciones de vida, de formas de amar, de modelos de familia... Nunca, sin embargo, el acceso a una verdadera diferencia ha sido tan dificil. Vivimos en la estela de las aspiraciones fusionales de mayo del 68. Rechazo de la funcion del padre, insuficiencia de la relacion educativa, interioridad en crisis, retorno de los miedos primitivos, son muchos los sintomas de lo que elabora poco a poco una sociedad indiferenciada en la que los roles y los espacios se confunden. El adulto juega a ser niño, la figura paterna desaparece tras la materna, la violencia se banaliza, la intimidad esta a la vista de todos, el imaginario sustituye a la realidad, y la sexualidad se dispersa en multiples orientaciones. ¿De donde viene el que nuestra sociedad valore tendencias sexuales parciales hasta querer inscribirlas en la ley? ¿Por que deplora la falta de puntos de referencia que ella misma ha contribuido a hacer desaparecer? Reconocer la diferencia implica aceptar la diferencia de sexos, de generaciones y de roles en el seno de la familia. Reconocer al otro no es aceptar todo lo suyo ni animarlo en sus conflictos psiquicos, es permitirle efectuar una paciente elaboracion personal al final de la cual pueda experimentar una cierta libertad. Mayo del 68 no ha liberado a nadie. No es tiempo de nostalgia.
De la escucha diaria de sus pacientes, pero también de la aguda observación de nuestros comportamientos, Tony Anatrella deduce una tesis sumamente original y magistralmente argumentada: nuestra sociedad supuestamente "liberada" es, de hecho, la sociedad del "sexo olvidado" negado; una sociedad donde el cuerpo es rechazado y la sociedad se diluye en una vaga sensualidad en que lo sensorial prevalece sobre lo racional. Los ejemplos, que en este libro se analizan de una manera insospechadamente nueva, son abundantisimos: desde el ceñido patalon vaquero que moldea las formas, pasando por el "rock", que exhibe un cuerpo solitario y cerrado, hasta el Gran Azul, acertadamente descrito como la pelicula-culto de una adolescencia que se pierde en un universo matricial difuso y asexuado. Una vision de la sexualidad absolutamente inedita que echa por tierra un monton de estereotipos y en la que se conjugan el rigor de un verdadero especialista y un profundo sentido de los valores.
Nuestra sociedad ha conocido crisis, a veces realmente explosivas, que casi siempre han servido de vehículo a deteminadas reinvindicaciones relacionadas con un proyecto colectivo (ideológico, en el sentido fuerte de la expresion). Pero, al menos por ahora, esa epoca extravertida ha llegado a su fin. El ultimo decenio ha asistido a la aparicion de una "sociedad depresiva", amenazada de implosion, en la que el individuo, a falta de todo proyecto y de toda dimension exteriores a el, se ve reducido a su sola subjetividad y forzado a considerar esta como el comienzo y final de todo ideal de vida. Lo que subyace es un confrontacion destructiva entre una interioridad en crisis y una vida pulsional que se retrotrae a sus estadios primeros: una regresion que, desde el menosprecio de las raices de nuestra civilizacion, tiene como consecuencia, ademas, la disolucion del vinculo social.
Nunca, ni con tanta fuerza, nuestra sociedad reivindicó para sus miembros el derecho a la diferencia: diferencia de gustos, de culturas y de valores, diferencia de opciones de vida, de formas de amar, de modelos de familia... Nunca, sin embargo, el acceso a una verdadera diferencia ha sido tan dificil. Vivimos en la estela de las aspiraciones fusionales de mayo del 68. Rechazo de la funcion del padre, insuficiencia de la relacion educativa, interioridad en crisis, retorno de los miedos primitivos, son muchos los sintomas de lo que elabora poco a poco una sociedad indiferenciada en la que los roles y los espacios se confunden. El adulto juega a ser niño, la figura paterna desaparece tras la materna, la violencia se banaliza, la intimidad esta a la vista de todos, el imaginario sustituye a la realidad, y la sexualidad se dispersa en multiples orientaciones. ¿De donde viene el que nuestra sociedad valore tendencias sexuales parciales hasta querer inscribirlas en la ley? ¿Por que deplora la falta de puntos de referencia que ella misma ha contribuido a hacer desaparecer? Reconocer la diferencia implica aceptar la diferencia de sexos, de generaciones y de roles en el seno de la familia. Reconocer al otro no es aceptar todo lo suyo ni animarlo en sus conflictos psiquicos, es permitirle efectuar una paciente elaboracion personal al final de la cual pueda experimentar una cierta libertad. Mayo del 68 no ha liberado a nadie. No es tiempo de nostalgia.