Libros de Fotografía paisajista, página 10 de 38

"Nunca podré abarcar esta ciudad con palabras y ni siquiera lo voy a intentar... Simplemente voy a disolverme en ella. (...) −No me canso de observar y admirarlo todo, como un ciego que súbitamente hubiera recuperado la visión". Así describía Simone de Beauvoir sus impresiones sobre Nueva York. Esta ciudad es conocida por ser la metrópoli que continuamente cambia de cara, que se reinventa a sí misma cada día. Una ciudad ágil, consciente de su propia valía y, en la actualidad, muy segura. Quien salga a las seis de la mañana, como cientos de otros deportistas, a correr por el "Central Park"; quien de esa forma pueda disfrutar del impresionante espectáculo que al amanecer brinda el sol al salir tras los gigantescos edificios de apartamentos del "Upper East Side" y pueda así oír el creciente rumor, ése llegará a la conclusión de que esta ciudad no ha cambiado en su esencia, en su genuina magia. Quien habla de Nueva York, normalmente se refiere a Manhattan. Si bien los otros cuatro barrios -Brooklyn, Bronx, Queens y Staten Island- son mayores en superficie, para la mayoría de los visitantes sólo hay una "city": la estrecha isla ubicada entre el East y el Hudson River. Manhattan es famosa por su singular silueta. Ese horizonte urbano en el que desde el 11 de septiembre de 2001 se aprecia una enorme mella allá donde antes se encontraban las Torres Gemelas. Hoy, si se hace abstracción de "Ground Zero", a la ciudad le va mejor que nunca. Cada año acuden más visitantes -hasta 40 millones− que a su vez dejan cada vez más dinero en la caja de la ciudad para la construcción de nuevos parques, museos así como grandes proyectos urbanísticos. Nueva York nunca se ha aislado, nunca se ha encerrado en si misma. Desde siempre fue una ciudad abierta, ávida de ideas, de información y de todo tipo de extravagancias. Y de noticias. Nueva York fue la primera metrópoli del mundo que llegó a ser rica, no tanto por sus productos, sino por el hábil manejo de la información. Como el

Pues no sólo las aguas obstaculizan la supervivencia de Venecia. De igual modo que la sustancia de los edificios se desmorona, la población local también va desapareciendo a ojos vista. Cada vez más venecianos se mudan a tierra firme, aunque sólo sea a pocos kilómetros más allá, a la ciudad industrial de Mestre que pertenece al municipio de Venecia. En la actualidad el centro histórico de Venecia sigue contando con poco menos de 60.000 habitantes, pero más de 10.000 han abandonado en los últimos diez años la ciudad en decadencia. Y la tendencia de este movimiento va en aumento. Atrás quedan los mayores y los turistas. Pero ahora es temprano por la mañana y miles de japoneses, ingleses, belgas y alemanes todavía están desayunando o esperan en sus autobuses. Es la ocasión ideal para sumergirse sin ser molestado en la red de callejuelas del centro histórico que precisamente ahora despiertan al nuevo día. Lejos del Canal Grande y de los más anchos canales de conexión a uno le llama la atención la calma que reina en el ambiente: no se oye ningún ruido del tráfico. Sólo de vez en cuando se oye el tableteo del motor de un taxi acuático que transporta panecillos frescos o verdura. Prácticamente todo tiene que ser transportado por bote en Venecia. Quien no posea un bote, por pequeño que sea, no se puede llamar a sí mismo veneciano. Algunas casas más allá, una familia de tres miembros carga todos sus enseres en una gran barcaza de mudanza: otra familia que también se va.

Por una parte playas de ensueño bañadas de sol y brumosos bosques tropicales sumergidos en la niebla que destacan sobre el trasfondo de volcanes recubiertos de hielo, lagos que reflejan el entorno como espejos y acantilados que dominan el paisaje como rascacielos. Por la otra áridos y tórridos desiertos adornados de cactus en flor e interminables praderas que sirven de hogar a búfalos y coyotes. Esa es la fiesta de contrastes que se despliega ante la mirada de aquellos que recorren la autopista "West Coast Highway". Un tesoro de paisajes que ofrece también urbes como la moderna Seattle, la tolerante San Francisco y la vibrante Los Ángeles con su fábrica de ilusiones: Hollywood. Entre la Columbia Británica y México se pueden hallar reservas indias, "chinatowns", asentamientos ocultos de inmigrantes ilegales, aisladas colonias de artistas así como el agitado estilo de vida de célebres barrios como Beverly Hills y Venice. La disparidad entre las salvajes y solitarias costas rocosas del "Olympic National Park", en el estado de Washington, y la policromática animación de los muelles de la californiana Santa Mónica no podría ser mayor. También los terremotos son parte de la vida cotidiana del Oeste. Especialmente "the big one", el grave sismo que en 1906 destruyó gran parte de San Francisco, ha quedado grabado en la memoria colectiva. De igual modo se recuerdan el terremoto de San Fernando de 1971, que casi provocó la ruptura de la presa de Los Ángeles y que obligó a evacuar a 80 000 personas, y el inolvidable gran terremoto de Los Ángeles de 1994.

Amsterdam - city of canals and brick houses, a harbour and trading city. The city of merchant guilds and of Rembrandt van Rijn. Karl Lang has visited the biggest city of the Netherlands many times in order to photograph with his panorama camera not only the well-known sights, but also to depict Amsterdam as a dynamic centre of European architecture.

Un viaje a la India desconocida, así como al país de grandes monumentos culturales a través de espectaculares fotografías realizadas por fotógrafos de National Geographic. Un recorrido por una tierra de extremos: por un lado, el subcontinente es una potencia económica emergente, conocida debido a su rápido crecimiento industrial; por otro, millones de personas viven aún en la pobreza extrema. Una experiencia única tanto para el viajero imaginario como para aquel que prepare un viaje a este país. Los colores y los aromas de la India, su espiritualidad y palacios de cuento de hadas han fascinado a aventureros de todos los tiempos, y han atraído a las personas que buscan el significado de la existencia así como a los comerciantes hacia esa misteriosa tierra de cultura milenaria. Las danzas, los saris brillantes y el romanticismo de Bollywood han determinado, incluso en la actualidad, la imagen de la antigua colonia británica. Este libro ofrece conocimientos singulares de la vida cotidiana del pueblo indio en las grandes ciudades llenas de vida, como Delhi o Kolkata, pero también de los rituales de los fieles hindúes, de las tradiciones de las poblaciones autóctonas de los drávidas en el sur y de los campesinos en las llanuras de los principales ríos en el norte.

Con la Edition Panorama Bibliothek presentamos una selección de las fotografías panorámicas más bellas de nuestro programa. Los tomos de diseño clásico y equipados con finos materiales reproducen el singular espectro de la fotografía panorámica contemporánea.

The meticulously composed colour panoramas presented by Hans Gasser in this volume, not only depict enormous dunes, fertile oases and bizarre formations of rocks; they also convey the sense of freedom and vastness that the Austrian photographer has found time and again in the great African desert. For a long time now, Gasser has embarked almost every year for the Sahara in his own all-terrain vehicle and in the company of a small group of fellow travellers to create these serene and thoughtful images.

Jörg Heieck has travelled Tuscany countless times not only to portray such fascinating cities like Florence, Siena and Pisa with his panorama camera but also to create photographic views of the unique landscape. Time and again, Heieck succeeds in capturing that special atmosphere which is at the heart of Tuscany's fame.

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Countless times, Helmut Hirler has mounted his motorcycle to travel to Spain for his life''s project. He tracked down even the most hidden Spanish castles and portrayed them in photographs that show his unique ability to achieve perfect compositions. This photo book depicts the whole spectrum of Spanish castles of the past thousand years, ranging from conserved and restored Castillos to almost completely derellict ruins.

The award-winning photographs of flowers by Richard Fischer turn plants from all over the world into sculptures. Huge efforts are necessary to arrange and light the plants in such a way that they will appear on the print in such perfection, detail and intricate colours.

Andalucía es un mundo de contrastes. La playa, las palmeras y el mar se encuentran a sólo una hora escasa en automóvil de las nieves eternas de la Sierra Nevada. Los linces y los buitres se cruzan en solitarios senderos de montaña que discurren junto a los complejos hoteleros que albergan el turismo de masas. Antiquísimos bosques de nudosos alcornocales forman un pintoresco contraste con el brillante color amarillo de los vecinos campos de girasoles. Aquí se pueden encontrar desiertos que hacen vibrar de calor el aire no lejos de pistas de esquí de nieve en polvo. Todas estas cosas son tan típicas de Andalucía como el Atlántico, el Mediterráneo o su incomparable herencia árabe: La Alhambra, el orgulloso palacio-fortaleza de Granada y la gran Mezquita de Córdoba. En esta región se puede encontrar una riqueza impresionante separada tan sólo por unos pasos de una profunda pobreza. Andalucía, la región más meridional de España se extiende de Huelva en el oeste a Almería en el este y de Gibraltar en el sur a Pozoblanco en el norte.

Amarillo y azul. Espíritu conservador y abierto. Voluntad de perseverar y disposición a cambiar. Fuerza, austeridad, obediencia y pasión, opulencia, soberbia. La China amarilla y la azul. Aunque el imperio del lejano oriente se siga considerando a sí mismo un estado centralizado unificado y se contemple a sí mismo como un estado de cultura y perspectivas económicas comunes, esa aspiración resulta casi imposible en un país con las dimensiones de China. Las diferencias entre el norte y el sur, entre el amarillo y el azul, son gigantescas. La China amarilla, atrapada en el amarillo loess del norte, tiene vocación conservadora. La región septentrional de China, que tuvo que defenderse contra las invasiones de los pueblos de Asia Central, supo permanecer enraizada en la cultura que había surgido sobre su fértil suelo de loess. Es una cultura con los pies bien puestos en tierra y parapetada tras altos muros. El sur azul, tan cercano al agua, tiene una concepción muy diferente de sí mismo. Progresista y orientado al futuro, innovador, de amplias perspectivas, dispuesto al cambio y abierto al mundo. De esta región destaca su rápido progreso enmarcado en antiquísimas tradiciones. Por todo esto China en su conjunto resulta un imperio gigantesco. China es, con sus 1.300 millones de habitantes, el país en el que más personas residen. Más que en Europa y los Estados Unidos de América juntos. La base del pensamiento chino, tanto de la región azul como de la amarilla son el Yin y el Yang, la idea de un universo compuesto de diferentes elementos en equilibrio. Principio y final, niño y anciano, causa y efecto. Yin significa mujer, tierra, noche, sombra, muerte. Yang hace referencia al hombre, la vida, la luz y el cielo. Estas fuerzas no luchan entre sí, sino que se condicionan mutuamente. Conjuntamente pueden dar lugar a todo, e incluso dar origen a la tierra.

Yogis envueltos en túnicas de color azafrán celebran su austera renuncia al mundo, mientras que especialistas en informática cumplen una estresante jornada de doce horas de trabajo. Junto a los esplendorosos palacios de mármol de los Maharadschas se pueden ver paupérrimas barracas hechas de plástico de embalaje que se llevarán las próximas lluvias del monzón. En el río Ganges, el río sagrado, chapotean alegremente los niños, mientras en la orilla se incineran cadáveres. Junto a un centro de tecnología espacial pasa un carro de bueyes. El aroma de la madera de sándalo apenas se adivina en el aire debido a la penetrante peste que procede de la cloaca abierta. En la India se pueden encontrar numerosos contrastes sorprendentes: la belleza junto a la monstruosidad, lo sublime junto a lo profano, inconmensurable riqueza junto a la más severa miseria, la era de la informática y la edad de piedra en la más estrecha vecindad. La India es la tierra de los extremos. También sus dimensiones son extremas. Extremadamente grandes. La superficie de la India podría abarcar desde el Cabo Norte hasta Belgrado y desde Bruselas a Moscú: en torno a 3200 kilómetros de norte a sur, más de 3000 kilómetros de este a oeste. A esa escala sí que queda sitio para los dioses. Mucho sitio para muchos dioses, ya que en el cielo hindú hay más de 330.000 de ellos. Pero ese número es relativo, ya que los dioses experimentan, al igual que los humanos, muchas reencarnaciones. Cada uno de esos avatares se venera como una deidad independiente. En la cumbre se encuentran Brahma, Vishnu y Shiva. Brahma es el creador del mundo y de todas las criaturas. Vishnu es el encargado de conservar la creación, mientras que Shiva encarna la destrucción y la renovación. Dos extremos en unión personal.

Una cosa es segura: el parisino ama su ciudad por principios... y sin ella no puede vivir. O por lo menos eso dice hasta que llega a la jubilación, o sea, hasta que se muda con todos sus enseres a algún sitio cerca de Antibes… "por el clima". Pero claro, eso no significa que deje por eso de sentirse parisino. Uno no puede desprenderse de ese carácter como si se cambiara de camisa. Vivir en París es una vocación. Y sin embargo, el parisino odia su propia ciudad como ningún otro, aunque no lo reconocería nunca en presencia de extraños. Para entender ese conflicto hay que tener en cuenta que París está compuesto de dos partes para la mayoría de sus habitantes: el París propio, ése en que uno reside, y el París que rodea el ámbito personal. Es ese último París el que normalmente se percibe como una molestia, un mal necesario, consistente en calles atascadas, autobuses repletos, apestosas estaciones de metro y demasiadas personas desconocidas. El París que el parisino realmente adora es la ciudad de su hábitat más directo. Ese París no se llama París, sino "Sixième" o "Quinzième" o, algo más familiar, Saint-Germain, Montparnasse, Le Marais... Pero, ¿es París realmente una gran metrópoli? Sólo a los ojos de los forasteros. Los parisinos, en cambio, viven cada uno en "su" pueblo.

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