El deseo que anima "El inconsciente óptico" es empañar desde dentro de la "visión" modernista, nublando su enfoque cristalino, disipando sus sublimaciones y reubicando lo visual en una anatomía opaca impulsada por automatismos inconscientes. Si Freud demostro que la subjetividad ilustrada ni siquiera era dueña de su propia casa, Rosalind Krauss sugiere convincentemente que la fortaleza de la estetica modernista esconde muchos rincones ignorados por sus celosos centinelas. Como el viejo topo de Bataille, la autora va abriendo tuneles que socavan las galerias y los pasillos academicos que recorren la moderna historia del arte. Contra una reconstruccion historica del modernismo acomodada en la autonomia normativa de la racionalidad visual (sea fenomenologica, gestaltica o estructuralista) Rosalind Krauss lanza una serie de dardos previamente envenenados por artistas que, como Duchamp, Ernst, Picasso, Pollock y Hesse, inocularon en el campo de la vision todo tipo de fetiches sexuales, neurosis obsesivas, desplazamientos oniricos, ambivalencias genitales, compulsiones repetitivas, rivalidades mimeticas, recuerdos encubridores y otros burladeros de la soberania visual modernista. Sin renunciar al rigor historico y bibliografico, la ensayistica de Rosalind Krauss tiene tanto de diario personal como de satira libertina. Las distintas voces yuxtapuestas en "El inconsciente optico" tienden una mordaz emboscada a la narrativa de la intencionalidad que caracteriza la cronica autocomplaciente del modernismo.El deseo que anima "El inconsciente óptico" es empañar desde dentro de la "visión" modernista, nublando su enfoque cristalino, disipando sus sublimaciones y reubicando lo visual en una anatomía opaca impulsada por automatismos inconscientes. Si Freud demostro que la subjetividad ilustrada ni siquiera era dueña de su propia casa, Rosalind Krauss sugiere convincentemente que la fortaleza de la estetica modernista esconde muchos rincones ignorados por sus celosos centinelas. Como el viejo topo de Bataille, la autora va abriendo tuneles que socavan las galerias y los pasillos academicos que recorren la moderna historia del arte. Contra una reconstruccion historica del modernismo acomodada en la autonomia normativa de la racionalidad visual (sea fenomenologica, gestaltica o estructuralista) Rosalind Krauss lanza una serie de dardos previamente envenenados por artistas que, como Duchamp, Ernst, Picasso, Pollock y Hesse, inocularon en el campo de la vision todo tipo de fetiches sexuales, neurosis obsesivas, desplazamientos oniricos, ambivalencias genitales, compulsiones repetitivas, rivalidades mimeticas, recuerdos encubridores y otros burladeros de la soberania visual modernista. Sin renunciar al rigor historico y bibliografico, la ensayistica de Rosalind Krauss tiene tanto de diario personal como de satira libertina. Las distintas voces yuxtapuestas en "El inconsciente optico" tienden una mordaz emboscada a la narrativa de la intencionalidad que caracteriza la cronica autocomplaciente del modernismo.
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