NUEVA EDICIÓN REVISADA Y CORREGIDA. Pepita Jiménez es, sencillamente, una historia que podría ser real, pero que sin duda es ideal. Narra la historia de Luis de Vargas, un joven seminarista que se enamora de una hermosa viuda a la que pretende su padre. Pero, aunque, como suele suceder, él sea el último en comprender sus sentimientos, éstos progresan inevitablemente... Con un estilo delicado y armónico, al mismo tiempo que sencillo, la historia fluye amena y deliciosamente. Y es, sin duda, un fiel reflejo de la concepción del autor sobre la literatura, que considera que debe ser un reflejo idealizado de la realidad, donde incluso el lenguaje debe servir a ese propósito de embellecer y adornar. Juzgado por Clarín como "el mejor prosista contemporáneo", Juan Valera escribe Pepita Jiménez en 1874, "cuando todo en España estaba movido y fuera de su asiento por una revolución radical, cuando más brava era la lucha entre los antiguos y los nuevos ideales". Una pequeña joya de hoy y de siempre. Una obra clásica imprescindible de la literatura española, recomendada en colegios e institutos.
Ficha técnica
Editorial: Castalia Ediciones
ISBN: 9788497408943
Idioma: Castellano
Número de páginas: 288
Tiempo de lectura:
6h 50m
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 15/12/2021
Año de edición: 2021
Plaza de edición: Barcelona
Colección:
CASTALIA DIDACTICA. C/D.
CASTALIA DIDACTICA. C/D.
Número: 019
Alto: 19.0 cm
Ancho: 12.5 cm
Peso: 200.0 gr
Especificaciones del producto
Escrito por Juan Valera
Nacido en Cabra (Córdoba) en 1824. Realizó estudios universitarios en Granada y Madrid. Entró en el servicio diplomático como acompañante del duque de Rivas, embajador en Nápoles, donde se dedicó a la lectura y al estudio del griego. Estuvo también en Portugal, Rusia, Brasil, Estados Unidos, Bélgica y Austria. En 1861 ingresó en la Real Academia Española. Escribió artículos periodísticos y ensayos. Valera es un escritor de difícil clasificación; atacó tanto el romanticismo como el realismo y el naturalismo. Consideró que el arte no tiene ningún objetivo, excepto servir a la belleza, crear arte, pero tampoco se adscribió a los movimientos claramente esteticistas de final de siglo como el -arte por el arte- o el simbolismo; elogió la obra de Rubén Darío pero tampoco se le puede considerar modernista. Murió en Madrid en 1905.