Si sus célebres perros hubieran respondido a su llamada, la reina no habría descubierto el vehículo de la biblioteca móvil del ayuntamiento aparcado junto a las puertas de las cocinas del palacio. Y no habria conocido a Norman, el pinche de cocina que estaba leyendo un libro de Cecil Beaton e iba a constituirse en su asesor literario. Pero la reina decide llevarse un libro. ¿Y que puede interesar a alguien cuyo unico oficio es mostrarse interesada? Porque una reina nunca debe ser interesante, ni tener otros intereses que los de sus subditos. Y jamas habla de sus gustos, solo pregunta por los de ellos. Isabel II de Inglaterra halla en la biblioteca el libro de una escritora que conoce, Ivy Compton-Burnett. Tiempo atras le habia concedido un titulo nobiliario menor. Y de Compton-Burnett a Proust, y de Proust a Genet, solo median algunos libros. Asi, azarosamente, ella, que hasta entonces solo habia sido una reina, una pura entelequia, descubrira el vertigo de la lectura, del ser, del placer.Alan Bennett, que desde 1960 se pasea de la television al teatro, del cine a los libros, de la alta a la baja cultura, continua, para deleite de sus lectores, saltandose todos los limites con esta miniatura exquisita, mordiente y divertida.Alan Bennett imagina en esta encantadora nouvelle lo que podria ocurrir si la soberana de Inglaterra fuera presa de repente de una intensa, devoradora pasion por los libros. Y lo que en otras manos podria resultar un ejercicio forzado, o un irrespetuoso y frivolo delito de lesa majestad, aqui es una comedia deliciosa, y una poderosa reflexion sobre el poder, y el poder de la letra impresa... Los admiradores de sus obras teatrales, de sus ensayos y sus diarios, saben que Bennett es uno de los mas sutiles y elegantes escritores de nuestra epoca (Michael Dirda, The Washington Post).Tan grande es el encanto de este libro, que podriamos facilmente tomarlo por un amable jeu desprit; una de esas agudas, melancolicas fabulas realistas que Bennett urde con inmensa maestria. Pero es mas que eso. Bajo su atractivo mas inmediato, bulle una salvaje indignacion, digna de Jonathan Swift, contra la estupidez, el filisteismo y la arrogancia del poder, y una apasionada defensa del poder civilizador del arte (Jane Shilling, The Times).Bennett es el equivalente literario de un caricaturista genial. Se apropia de todos los topicos sobre la reina y los hace encajar en el universo bennettiano. Y uno nunca puede olvidar su feroz inteligencia, su divertido interes por lo trivial (Sam Leith, The Spectator).Un cuento de hadas cautivador, delicioso y muy divertido. Una aguda meditacion acerca del subversivo placer de la lectura (Michiko Kakutani, The New York Times).
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