He aquí un nuevo estudio de conjunto sobre la política de los reyes navarros Juan de Albret y Catalina de Foix, olvidados durante largo tiempo, en buena medida por su condición de «perdedores» en el espinoso asunto de la conquista y anexión de Navarra a la Corona de Castilla. Su «política de balancín» con los reyes de Francia y España fue a menudo de lo más acertada, y en la mayor parte de las ocasiones iba orientada a proteger los intereses de Navarra (centro fundamental de su actividad política y piedra angular para el desarrollo y realización de sus objetivos políticos), así como los del conjunto de sus territorios pirenaicos. La política que desarrollaron en el plano internacional de la época, junto a la ejecutada en el interior del reino, les hizo conseguir objetivos difíciles de alcanzar, como la pacificación de los conflictos internos entre beamonteses y agramonteses, el gobierno y el pleno control de Navarra sin intromisiones de reyes extranjeros, desde inicios del siglo XVI hasta el momento de la invasión armada de 1512. La importancia de Navarra para estos reyes fue enorme. El naciente Estado moderno navarro se erigió para ellos en centro político vital del conjunto de sus territorios pirenaicos, constituyéndose también desde 1494 en el enclave principal de residencia de Juan, Catalina y la mayor parte de sus hijos, los príncipes e infantes de Navarra.
La nueva Europa que surgió a finales del siglo XV vió nacer la denominada diplomacia moderna en el conjunto de estados europeos de la época, siendo una de sus principales caracteristicas la figura de los embajadores residentes, es decir representantes de monarquías y estados, que comenzaron a residir de manera continuada en otras cortes europeas. Navarra no fue ajena a aquellas novedades que alejaban al conjunto de Europa de la época medieval, y en el naciente estado moderno pirenáico se desarrolló una diplomacia de similares características a la desplegada por los estados de la época, como lo demuestra, entre otros aspectos, la existencia de embajadas navarras permanentes, junto a la figura del embajador residente. Buena parte de esta «moderna» diplomacia navarra se truncó a raíz de la conquista de 1512, teniendo ésta como uno de sus efectos que, en adelante, los navarros de la «Alta Navarra» no tuvieron cabida ni fueron llamados a participar como representantes de la diplomacia internacional desplegada por Fernando el Católico.
El presente libro contiene las ponencias que allí se desarrollaron.
Los días 19 y 20 de noviembre de 2013 se celebraron unas Jornadas científicas en la Universidad Pública de Navarra, en torno a l
Al inicio de la invasión de julio de 1512, Fernando el Católico expuso a su confesor, Diego de Deza, que desde hacía años no existían en Navarra conflictos civiles y que el reino se hallaba en paz. Esta afirmacion de inexistencia de una guerra civil en Navarra previa a la invasion esta confirmada por documentos comentados en esta obra.El autor analiza de manera minuciosa la importante documentacion expedida en el mes de julio de aquel año, por la que el lector podra conocer, entre otras materias, el contenido del Tratado de Blois original, comprendido y estudiado en su contexto (el de las relaciones internacionales de su epoca), y el contenido de la version falseada, redactada por el aparato burocratico del rey de Aragon. Tambien expone los motivos que indujeron al Catolico a la conquista de Navarra y sus propias justificaciones, en base al analisis comparativo de documentacion de 1512 y de años anteriores, todo lo cual permite esclarecer los motivos reales de la conquista.Finalmente, se recoge la cronica de la conquista escrita por Francesco Guicciardini (considerado el padre de la historiografia moderna), embajador de Florencia en la corte del rey de Aragon entre 1512 y 1513 que, a diferencia de las que conocemos de la epoca, no fue escrita por encargo politico ni con objeto de justificar al Catolico, a los reyes navarros o al rey de Francia.