« [...] je n'ai point encore dit l'immense plaisir que Gertrude avait pris à ce concert de Neuchâtel. On y jouait précisément La symphonie pastorale. Je dis "précisément" car il n'est, on le comprend aisément, pas une oeuvre que j'eusse pu davantage souhaiter de lui faire entendre. Longtemps après que nous eûmes quitté la salle de concert, Gertrude resta encore silencieuse et comme noyée dans l'extase. - Est-ce que vraiment ce que vous voyez est aussi beau que cela ? dit-elle enfin. [...] - Ceux qui ont des yeux, dis-je enfin, ne connaissent pas leur bonheur. - Mais moi qui n'en ai point, s'écria-t-elle aussitôt, je connais le bonheur d'entendre. »
En cada una de las páginas escritas por André Gide se hace evidente su personalidad única, puesto que el autor francés otorgó en numerosas ocasiones sus propios rasgos a la mayoría de sus personajes principales con el objetivo no solo de explorar muchas de las preocupaciones morales y vitales del ser humano, sino tambien de someterse a un exhaustivo autoanalisis. Asi se puede constatar en El inmoralista y en Los falsificadores de moneda, las dos obras presentadas en este volumen, formalmente muy distintas entre si, pero estrechamente vinculadas por la vision del mundo y el depurado estilo de Gide. La primera es un relato de marcado contenido autobiografico que brilla sobre todo por su sincera defensa de la libertad del individuo y la busqueda del placer sin restricciones. Los falsificadores de moneda, en cambio, es una novela que sugiere las limitaciones de la literatura para plasmar la realidad, valiendose para ello de una amplia gama de recursos tecnicos y una complicada estructura construida mediante multiples historias que se entrelazan formando un rico tapiz humano.