El lector decidirá si lee este libro como un conjunto de cuentos hilvanados o una novela disgregada. En él confluyen historias protagonizadas por hombres y mujeres que recorren el mundo sin saber adónde se dirigen, que desconocen si parten o regresan y que ya no pueden distinguir entre la realidad que construyeron para dar sentido a su vida y la que se obstina en imponerse. México, Bruselas, Estados Unidos, Marruecos, Londres, Lyon: los países y las ciudades se cruzan como caminos formando un territorio en el que el viaje y la soledad, con lo que tienen de huida y desafío, se revelan como el único destino posible. Pero aunque los lugares y las identidades se difuminen, aunque la vida de los personajes se asemeje a un laberinto sin muros, las viejas pasiones de siempre -el amor, la ambición, la venganza, el miedo-, como en los actos de nuestra vida, son las mismas que aún rigen, de forma novedosa e insospechada, las tramas de estos relatos.
Hijo de una soldadera de la Revolución mexicana y de un anarquista ruso, a Barrunte, el protagonista de Será mañana, le es otorgado el don de la inmortalidad a cambio de una extraña condición: hacer la revolución. Así, para subsistir, pero también para luchar por sus ideales, combate en la mayoría de las insurrecciones latinoamericanas (y buena parte del resto) y milita en variadas organizaciones de izquierda, desde los Montoneros argentinos a la OLP palestina, de las Brigadas Rojas italianas al sandinismo nicaragüense, del M-26-J cubano al IRA irlandés. Tras un siglo de batallas y con alguna victoria y un sinnúmero de derrotas a cuestas, llega a un Madrid en plena crisis económica y efervescencia social con la intención y la necesidad de volverse a alzar en armas. Sin embargo, las circunstancias no parecen serle propicias, y a la falta de contactos y recursos, al cansancio centenario se suma la dificultad para adaptarse al siglo XXI. Deudora de escritores satíricos como Bulgákov, Hašek o Ibargüengoitia, y dándole una vuelta de tuerca a la literatura comprometida, Será mañana reflexiona, en tono polémico e irreverente, sobre la vigencia del concepto de revolución, la necesidad de renovación de la izquierda y sus cuentas pendientes con el pasado para poder afrontar el futuro, así como sobre el envejecimiento, la continua postergación de los anhelos y el precio que hay que pagar por mantenerse fiel a los sueños.