Jean Yves Calvez es jesuita. Director del Centro Sèvres y profesor en el Instituo Católico de París. Fue redactor de la "Gaudium et spes" en el Concilio Vaticano II y autor de numerosos libros de ética económica y política, entre los que destaca el monumental y pionero "El pensamiento de Carlos Marx" (1958). Aquí nos ofrece lo que significa vitalmente para él ser creyente cristiano.
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Del intercambio entre Jean-Yves Calvez y Natalio Botana surge, como podia esperarse, una vision reflexiva y sabia. Un impresionante repertorio de temas desfila ante los dos pensadores: el presente y el futuro de las democracias, los peligros del terrorismo, la intervencion de los Estados Unidos, la nocion de "imperio," la legitimidad de ciertos regimenes, las "legalidades multiples." La sutil precision verbal de Natalio Botana y Jean-Yves Calvez permite que se exploren abstracciones aparentes sin olvidar ni un instante la particularidad. Lo hacen ademas con la certeza elegante e involuntaria que evita siempre la frase hecha y el lugar comun.
Oportuna refexión sobre la religión como factor de violencia o de paz. Violencia y paz… Las religiones están casi siempre en el centro de este dilema: fuente de violencia por su absolutismo, dicen unos, fuente de paz por sus doctrinas de bondad y por tantas iniciativas generosas, recuerdan otros. Han contribuido a numerosas guerras, pero también a numerosas pacificaciones. ¿Cómo aclarar este dilema y, si fuera necesario, reorientar a las religiones en el camino hacia la paz? En este libro, ocho especialistas hacen oír la voz de las religiones (budismo, cristianismo, islam y judaísmo) tanto sobre la paz como sobre la violencia -y la no violencia-, en un afán de comparación y de comprensión mutuas. Hablan tanto del presente como del pasado, de los orígenes de acontecimientos fundamentales: el Corán y los versículos de Medina o de La Meca, la noción de «paz de religión» en el siglo XVI y la de «guerra justa», la resistencia de los cristianos al nacionalsocialismo de Hitler y los encuentros de Asís, entre otras cosas. Este libro constituye una contribución a un debate general y puede favorecer el discernimiento con respecto al choque de civilizaciones anunciado (Huntington) y a las situaciones tan difíciles que vivimos hoy en día.
Exposición de la experiencia personal del autor como creyente y como creyente cristiano.¿Cómo hablar de la fe que da el sentido más profundo a la propia vida? ¿Y cómo hacerlo intentando mostrar su racionabilidad, del modo mas riguroso posible y respetando al mismo tiempo el misterio que supone?Ser creyente situa al ser humano en una posicion muy especial: es aquel que ha hecho el acto vital de confiarse plenamente a un Misterio absoluto que le excede pero que le habita. La fe es, ante todo, la actitud existencial de entregarse a alguien sin condiciones. Esto es lo que de comun hay en todos los creyentes, mas alla de las diferencias confesionales o los contenidos concretos de cada credo.Ser cristiano es haber descubierto ese Absoluto en Jesus de Nazaret, que por ser hombre como lo es, tan radicalmente, puede ser confesado como Dios y Señor.Desde ahi es posible pensar en una existencia rescatada y liberada, en una Iglesia como comunidad de los testigos de lo que le sucedio a Jesus, en una etica basada en el amor e, incluso, en la superacion de la muerte.Si estas son las maravillas que Dios hace en el creyente, tambien Dios las hace en todo hombre y apuesta por ofrecernos a todos nuevas perspectivas insospechadas, que pasan por el valor absoluto de la persona y en el tan necesario trabajo por la solidaridad.Y todo ello aprendido humildemente en la escucha del Concilio Vaticano II. Nada humano queda fuera de la fe, nada de la fe ignora lo humano.
Uno de sus colaboradores más cercanos demuestra que Arrupe fue un auténtico profeta, porque denunció con libertad y valor las lacras de su tiempo, que son todavía el nuestro, y supo ver cuáles eran los verdaderos problemas que, por desgracia, siguen sin resolverse. Arrupe tuvo una clarividencia extraordinaria y sus palabras gozan de plena vigencia. Merecen la pena recordarlas porque todavía iluminan nuestro presente.